El Edén - Anne Labrousse
El Edén ha de
ser estar en el vientre de la madre una tarde soleada, cuando ella expone su
redondez al astro que calienta su cuerpo.
Seguramente,
el bebé en el vientre, tanto como la madre, ve estrellas de sol iridiscentes a
través de sus párpados.
Son los
primeros colores.
Mi Edén sería
vivir sin angustia.
¿Cómo sería mi Edén?
La verdad, mi Edén se parece mucho a eso de ver colores de sol con los
ojos cerrados.
Lo hacía todo
el tiempo de niña, y me provocaba una inmensa felicidad.
Mi Edén sería
para siempre los días de verano en casa de mis abuelos
En el inmenso
campo alrededor
No, no tengo
otro Edén
El amor podría
ser el Edén, pero no lo es.
Encontrar la
primera violeta en abril, la primera flor de Lily del Valle, el primer narciso
¡Que hallazgo!
¡Que tesoro!
¿Acaso podría
pedir algo más bello?
Esconderse en
el campo de maíz, ser más pequeña que sus tallos
Quedarse allí
horas sin que nadie se entere. Hacerlo
con mi prima o con mi amigo de la finca vecina.
Estar sentada
atrás de la bicicleta de mi madre mientras ella canta y me hace cantar. En el
camino a la casa de mis abuelos.
El paisaje es
puro, limpio, verde, perfumado. Cada vuelta ofrece una vista más hermosa que la
anterior.
Eso si, creo
que es mi Edén.
El Paraíso
perdido.
Andar como
loca en la bicicleta, sin las manos en el manubrio, por los caminos verdes enmarcados de arboles
que parecen hablar.
Brincar mil
veces en la alberca del pueblo vecino. Brincar en short, con el torso desnudo,
como niño.
Eso si, era
Edén.
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