Aburrimiento - Marichoni

 


Ni que fuera burro.

  

 Rosita nos pregunta ¿Qué es aburrirse para ustedes, para cada una? Y como digo en el epígrafe ¿Tendrá que ver con los burros? Me parece que no porque la a inicial significa negación, resulta que si me aburro es porque no soy burro, eso ya me da ganancia.

    ¿Cuándo me he aburrido? ¿Qué me aburre? Hasta ahora no he tenido oportunidad de aburrirme. De niña la consigna era jugar, aunque aclaro, también hacía tareas escolares que nunca me aburrieron. Como el juego nunca es aburrido, sobre todo si uno es el jugador, me divertía. Tal vez, observar el juego que hacen otros puede resultar aburrido, pero como yo tenía una hermana que apoyaba mis juegos y una vecina que salía a jugar con nosotras, la vida era pura diversión, además ningún adulto se acercaba a entretenerme, eso me tocaba a mí, a ver cómo le hacía: brincaba avión, cuadro, anchuras y alturas. Todas las noches, mi mamá tenía que untarme esa pomada negra, de fuerte olor, llamada Iodex, que no sé si exista todavía, pero qué importante me tenía una venda en alguna de las extremidades.

    De adolescente ¡menos me aburría! si oía una canción, soñaba que me la cantaban a mí. Si veía una película, yo era la protagonista y dejaba correr la imaginación, viéndome con la ropa elegante de la artista, viviendo en una hermosa casa o, quizá, en un castillo. Si leía un libro, era yo la que sostenía esos diálogos magníficamente expresados. Así, sin aburrirme, llegué a la juventud: escuela, actividades diversas, el novio, los paseos; no tuve tiempo de aburrirme. Después me casé y ni tiempo tuve para nada, desde aprender a freír un huevo al menos, y mi primer hijo nació a los nueve meses, veintidós días, por si alguien quiere hacer cuentas, y de allí a completar el quinteto. ¡Qué me iba a aburrir! Generé una creatividad desconocida, empezando por lograr que me alcanzara el dinero para todo lo que se requería.

    Verlos crecer, acompañar su camino, verlos construir su vida, hasta verme convertida, por ellos, en abuela de trece soles, que tan solo con ver sus fotografías, se me quita el intento de aburrimiento. Pero ellos se fueron, pasó el tiempo y cómo no aprendí a aburrirme, cambié de rumbo. Ahora me entretengo inventando mil actividades para mis niños de la escuela, me reúno con las amigas para, a partir de puras bobadas, tener una terapia de risa, sin intención de tenerla. El taller de escritura autobiográfica de Rosita me ayuda a buscar nuevas formas de expresar lo que siento, me salgo a ver cosas lindas e inútiles en los tianguis de viejo y cuando empiezo a aburrirme, juego un solitario en la computadora.

    Aunque, pensándolo bien, tal vez sí hay cosas que me aburren, como la gente que hace crítica destructiva sin argumentos, las películas oscuras o demasiado simbólicas, esperar demasiado tiempo en un aeropuerto, escuchar solo cosas negativas en las noticias, pensar que alguien decide por mí, cuando yo ni siquiera me he enterado. Sí creo que en este sentido podría aumentar la lista de lo que me aburre.

    Pero como ya dije que aburrirse es no ser burro, de ahora en adelante aprenderé a aburrirme.

 

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