Recuerdos I - Esther Solano

 


 Recuerdo a la gata y sus gatitos en el viejo sillón que estaba en el patio.

 

Recuerdo la tortillería, su olor, el ruido de la máquina. La servilleta y el peso que me daban como misión.

 

Recuerdo la estrecha calle que había que cruzar para poder llegar al parque.

 

Recuerdo los árboles colorines que regalaban “espaditas” y los arbustos con “manzanitas”.

 

Recuerdo el Renault verde que manejaba mi Madre (a veces a gran velocidad) y que apodaba “el periquito”.

 

Recuerdo el salón en el segundo piso de la Escuela Luis Castillo Ledón, donde cursé el cuarto año de primaria.

 

Recuerdo el pinole que vendían por veinte centavos a la salida de la escuela.

 

Recuerdo al “Oso”, el perro de mi abuela. Negro con patas cafés y su fobia a los fuegos artificiales.

 

Recuerdo el gallinero: la soberbia del gallo y la paciencia de las gallinas.

 

Recuerdo los pollitos que podías ganar en una kermés-

 

Recuerdo la rebanada casi transparente de aguacate sobre las flautas que servían en la lonchería.

 

Recuerdo las bolsas de leche Liconsa.

 

Recuerdo mis patines blancos.

 

Recuerdo la luz reduciéndose a un punto en la pantalla de televisión al apagarla.

 

Recuerdo el radio café que colgaba en la pared de la cocina, en el que mi abuela escuchaba las historias de Kalimán mientras se afanaba.

 

Recuerdo el aserrín en el piso de la carpintería, la tienda de licuados y el diente plateado de la vendedora.

 

Recuerdo las revistas de “Memín Pingüín” que mi hermana y yo comprábamos los lunes en el puesto de periódico a la salida de la escuela.

 

Recuerdo el sudor en la frente de mi Padre cuando terminaba de correr en Chapultepec.

 

Recuerdo las trenzas de mi hermana, las arracadas de mi Madre, las manos laboriosas de mi Abuela.

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