CUARENTEANDO, UN VIAJE A LA PATAGONIA ARGENTINA - Paula Pilar Picón


Meditando en cuarentena, 7 am de un lunes y estoy frente a la ventana de mi balcón. Saco cuentas. Tercera semana de meditación, son entonces 21 días de cuarentena. Pero… esta es la segunda vuelta. Entonces voy 40 + 21 = 61 días. Mmm pensándolo bien… no comencé a meditar el primer día del aislamiento, sino más o menos a la semana siguiente, cuando decidí comenzar lo que hacía años no lograba hacer. Ese día que caí en la cuenta que esto venía para rato y si no conectaba con un poco de relajación, entonces me iba a deprimir. Esta pandemia algún hábito nuevo y bueno me tenía que dejar. Entonces, en total voy algo de 68 días encerrada en este departamento. ¿Tanto tiempo pasó que estamos obligados a quedarnos en casa? Si, puede ser, mi cara lo delata. Y mi cuerpo también. ¡Mi humor! Por Dios, sin duda.
Volviendo a la meditación, no sé si lo estaré haciendo bien. Sólo escucho los audios, cierros los ojos, me siento en la posición que indica el maestro y respiro como me pide. Empecé con °un compromiso con mi alma°. Y ahora “meditación para renovarte”. Miles de ideas pensamientos se me cruzan por la mente. El más frecuente: me veo meditando frente a la montaña, en el sur de mi país, Argentina. Precisamente en El Chaltén, un pueblo que visité hace algunos años porque voy seguido. Allí cerca vive mi hermana. Me veo respirando más pausado y profundo aire más puro, escuchando el silencio, sentada en el pasto. Detrás tengo artesanías, mosaicos más específicamente. Una cocina, pequeña, y una pava vieja que hace ruido de agua hirviendo. Cómo saliendo de la casa, a un costado mío, tengo una mini alberca con agua climatizada. Sale vapor también de ahí. Hace mucho frio fuera.
La siguiente respiración me regresa a mi balcón. Muchas veces he soñado con escaparme del mundo actual en el que vivo, pero hoy detrás tengo paredes de un departamento en el piso 16, en medio de una de las ciudades más grandes de Latinoamérica. Trabajo muchas horas, frente a la computadora, atendiendo conferencias, hablando en varios idiomas, atendiendo problemas de proyectos, tomando decisiones sobre la gente, sus actividades, corriendo… siempre corriendo. No me alcanza el tiempo para todo lo que tengo y quiero hacer. ¿Será que este momento de pandemia los verdaderos deseos vienen a exigir ser realidad? ¿Todo esto que estamos viviendo, me lleva, como si del fin del mundo se tratase, a desear estar dónde realmente quisiera estar? Las exigencias me pesan. Cuidar de mí y de mi hijo, y de mi perra, y de mi casa, y mis finanzas, mi trabajo, mi integridad, mi mente, mi cuerpo… Son muchas cosas y mis sueños los dejo siempre para el final. Pero algo dentro avanza. Cada día me reduzco más. No compro cosas que sé que no voy a poder llevar el día que me vaya. A veces hasta pocas ganas tengo de conocer nuevas personas aquí, este país al que llegué hace 6 meses con muchas ilusiones de una vida nueva. Y ahora el aislamiento me obliga a estar alejado.
Vuelvo a respirar, ya falta poco dice el maestro en el audio. Demasiados pensamientos. Vuelvo a la imagen de mis deseos. Ahora está más fresco, incluso nieva. Afuera mi hijo corre con mi perra y le grito “vení que se hace de noche y hace mucho frio”. Entonces recuerdo que allá en el sur, las temperaturas son extremas y en el invierno hay muy pocas horas de sol. Pienso en que no tengo ropa suficiente y que es triste que haya tan poca luz de día. ¿Cómo voy a hacer, si no tengo botas de montaña? Estaré sola y no se sabré prender la estufa si se rompe. No tendré muchos vecinos por causa de todo el campo a mí alrededor. ¿Y las compras? ¿Qué voy a comer? ¿Cómo me voy a mantener? ¿Mi trabajo lo podré hacer igual allá?
Regreso a dónde estoy. Termina el audio de meditación. Abro los ojos. Veo el sol y hace calor. Brasil, no está tan mal. Mi escritorio me espera para iniciar el día laboral. Mejor me quedo una temporada más aquí, aunque sé que estuvo lindo el viaje por la Patagonia Argentina. Pongo de fondo de pantalla una postal del lugar y empiezo mi semana de trabajo.
25 de mayo de 2020 – Sao Paulo, Brasil

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