Recuerdos II - Esther Solano


Recuerdo el Colegio Anáhuac: dos portones, dos patios, dos pisos, muchas escaleras, la papelería, las tienditas, la biblioteca, la oficina de la dirección, el salón de usos múltiples.

 

Recuerdo a la directora de la escuela, tan pequeña, delgada y seria. La última detentora de La Autoridad.

 

Recuerdo las calcetas rojas que nos distinguían de las niñas de primaria quienes las usaban blancas.

 

Recuerdo la sororidad con mi hermana y nuestras amigas.

 

Recuerdo las hojaldras de mole que vendían ocasionalmente en la escuela. Los cazares con miguelito, las pachicletas, los ticos.

 

Recuerdo el temblor que sacudió la ciudad el 19 de septiembre de 1985, el terror por la réplica de la noche del 20 y que mi Papá no estaba.

 

Recuerdo el mundial jugado en México, a la mascota Pique, la chiquitibum en la televisión, la mano de dios, a Maradonna besando la copa.

 

Recuerdo que la ola y cómo la alegría se desbordaba alrededor del ángel de la Independencia.

 

Recuerdo los teléfonos de disco, que hubiera uno solo en la sala de la casa, pedir permiso en la dirección para llamar a tu Mamá cuando te sentías mal, las cabinas telefónicas de Telmex.

 

Recuerdo los cursos de verano y la travesía colectiva para regresar a casa cada día.

 

Recuerdo a Danny Larusso antes de Cobra Kai y a Luis Miguel antes de la serie.

 

Recuerdo las muñecas de mis compañeras adornadas con chinitos de la suerte de todos los colores (incluso negro) o de pulseras gummies.

 

Recuerdo mi grabadora gris, mi cassette de Menudo y grabar canciones de la radio.

 

Recuerdo los autobuses verdes, cómo volábamos de nuestros asientos cuando pasaban por los baches. Los boletos en papel arroz, nunca desecharlos sin sumar los números y guardar aquellos que sumaban veintiuno.

 

Recuerdo a mi gatita, era negra con pecho y patas blancas.

 

Recuerdo la cama en que dormía, igual a la de mi hermana, ambas hechas por mi padre.

 

Recuerdo a mi Mamá cansada, a mi Papá regresando de dar clases con sus libros bajo el brazo.

 

Recuerdo a mi abuelita, su comida sencilla y deliciosa, su inesperada partida.

 

Recuerdo los corazones de celofán rojo que debías poner en la palma de tu mano, si te querían se retorcían.

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