MATRIOSHKA - Esther Solano


Se acerca mi cumpleaños, me aproximo peligrosamente a la orilla del quinto piso. Este hito me obliga a pensar en las otras que he sido.
Me pregunto si han sido como las pieles de una serpiente, que es necesario dejar atrás para poder crecer: la niña solitaria, la adolescente silenciosa con cabello absolutamente indomable, la joven universitaria que se aferraba a un tronco hueco para mantenerse a flote, la novia que caminó al altar esperando un milagro, la esposa que creyó que el milagro había sucedido, la joven madre que no pudo continuar tapando el sol con un dedo, la mujer que creía en la justicia, la divorciada que creyó en sí misma, la mujer que crio a dos niños pequeños con ayuda y tropezones pero mucho amor.
No, no he dejado esas pieles, al contrario, cada una es parte de mí, soy un matrioshka que las alberga y construye su nuevo rostro con los colores de una paleta que se enriquece con el tiempo.
En mi interior habitan las muchas yos que he sido, y entre cada una, en vez de vacío, están mi madre, mi padre, mis hijos, mi abuela, mis hermanas, ahí están amigas, amores, familia, compañeros de escuela y trabajo e incluso extraños. Hemos caminado a la par tramos - breves o largos – del sendero que se extiende desde el principio de mi tiempo, juntos disfrutando del paisaje, los buenos momentos o capeando el temporal, tendiendo puentes, sorteando obstáculos, escalando montañas, tejiendo redes y recuerdos con acciones, palabras y silencios.
Así se ha construido la mujer que soy: la sobreviviente, la resiliente, la que confía en el mañana a pesar del encierro que esta cuarentena le ha impuesto como a millones en el mundo y se maravilla con el verde de las hojas que brotan en alguna simple maceta sumergida en el smog de la Ciudad de México.
¡Brindo por el pasado y por cada una de quienes han existido!
¡Brindo por el futuro y quienes seré!
Pero sobre todo ¡Brindo por quien soy el día de hoy!
¡Feliz Cumpleaños a mí!

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