El registro de los recuerdos - Marichoni
Registrar para encontrar y
para dejarlo como permanente.
La vida es ese flujo incontenible que vivo desde los instantes de cada suceso o, mejor dicho, desde la conciencia del momento en el que los capto y los defino como recuerdo, porque les doy significado. Esos instantes registrados, al revivirlos, los reinvento y les agrego, les cambio o les quito sentimientos.
Aquí me surge la pregunta ¿qué tan
auténtico, tan exacto o preciso es el recuerdo que registro, pero, sobre todo, el
que comparto? No lo sé, la vida está hecha de pequeñeces que van formando el
todo de mi diario vivir, de lo que me movió y me conmovió, me asombró y ahora
lo traigo al presente.
Ese impacto da paso a lo que reconozco como
importante, como trascendente, como imperecedero y por ello lo registro. Así es
por lo que los recuerdos, como dice F. Reyes Heroles: Al traerlos al presente
están revestidos de buena fe. Y yo agrego: de credibilidad y de
certidumbre.
Creo que hasta los
grandes historiadores requieren de ese acto de buena fe cuando
recurrimos a los hechos que relatan, porque representan el recuerdo de alguien
que los registró y le habrá puesto algo de su interpretación.
Sí, la reinvención de la vida, a partir de
los recuerdos es parte de la vida misma y se queda a través de la imagen o de
la palabra que le dan existencia. Quizá por ello, cuando encontramos a comensales
que, reunidos torno a una mesa y traen a colación un suceso que han compartido
todos, el relato que hacen de él resulta tan diferente. Cada uno lo cuenta como
lo vivió, como lo sintió, de manera tan personal que, a cualquiera que los
escuche, le cuesta trabajo descubrir que hablan del mismo evento.
Y es precisamente en esta divergencia de la
experiencia de la vida, por la cual nos sentimos en la quimera de sabernos a la
vez tan distintos y tan iguales.
De esta manera todo adquiere sentido y
podemos reconocer lo que para cada uno es especial y lo registra como un
recuerdo. Como ejemplo: el amor que está en la vida tiene significado para el
que ama o se sabe amado o la guerra es una realidad para quien la vive, pero para
los demás resulta un relato, una noticia tal vez estrujante, pero, hasta
ciertamente lejana.
Cada
recuerdo que he acumulado en mi vida, es subjetivo y solo yo sé descifrarlo
porque es mío, como todo lo que guardo para mí. Cuando lo externo, puede que
coincida con la experiencia o el recuerdo de otro, mas no así, con su registro,
yo he hecho el mío, el otro ha hecho el suyo y por ello resulta distinto.
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