Chefs en contingencia. –Elena Elizabeth Cortés Arenas
Hombre con Gato en la Cocina. Tati Galiano.
Llévale
los pastelillos a la abuelita…
¿No
habría por ahí un hermano de Caperucita para tal diligencia, un primo, un papá?
Cenicienta,
lava el piso, la ropa y limpia el polvo. Sírvele a tu hermano, ve por el pan,
calienta las tortillas, haz la comida, sírvela. Hasta que termines podrás ir a
la fiesta.
En
todos los cuentos donde exista una mujer debe ser bella, educada y servir a los
demás.
Niño,
qué haces en la cocina, que bonito te ves con delantal, anda a ayudarle a tu
papá, esas son cosas de mujeres. Los hombres no deben cocinar ni voltear una
tortilla, se vaya a volver maricón o mandilón cuando sea grande. Esas “son
cosas de mujeres”. Mily había escuchado esta frase toda su vida, pero no creía
en ella.
-¡A
comer, ya está la comida!
Es
el aviso más apreciado en nuestra niñez, correr a lavarse las manos, dirigirse
a la cocina o al comedor donde el aroma de los platillos nos jalaba de la nariz
al imaginar lo que íbamos a comer. Sin chistar obedecíamos, el hambre es
canija.
En
tiempos de pandemia Mily recuerda todo esto. Después de toda una vida, no había
oído esa frase dedicada a ella, para dejar de inmediato lo que estuviera
haciendo para ir a lavarse las manos, dirigirse a la mesa y encontrar
deliciosos platillos servidos por otros para ella, dedicados a ella.
Y
lo más asombroso sin tener que gritar, ni ser la última en sentarse a comer, ni
levantarse a calentar tortillas o atender a los demás y con la delicia de no
tener que lavar platos, cucharas, ollas, ni cubiertos.
Desde
pequeña se cuestionó el porqué era un gran regalo para los hombres de su
familia tener todo a la mano, como
magia, como sentirse dios y a la palabra de “sírveme que tengo hambre”, como
era la costumbre de su padre al llegar del trabajo y ver aparecer en la mesa
los platillos divinos que cocinan para él.
Si
bien en la familia de Mily todos participaban de alguna manera en la confección
de la comida el peso mayor recaía en ella, quién además trabajaba fuera de
casa. Llegaba siempre de prisa, a veces pasaba a comprar una parte de la comida
y la aderezaba y completaba con lo que tenía en casa, ensalada, salsa, frijoles.
En días complicados comían o cenaban en algún restaurante o fonda cerca de
casa. Otros días, los más, cocinaba de noche, cuando todos dormían.
Hace
varios años, cuando sus hijos pequeños veían entusiasmados a Ratatuille o los
programas de Master Chef Junior, dio gracias
porque desde entonces querían estar en la cocina, se ponían un retazo de
tela blanca en la cabeza y se decían ser la Rata Remy o Chef Junior. Incluso
René su hijo mayor a los doce años pregunto dónde podría estudiar para chef, no
lo podía creer, ¿Cómo sucedió, tal milagro? Si antes los hombres eran mal
vistos en la cocina. Se lo explico porque para entonces empezaban ofertar carreras
de gastronomía en México, era la gran oferta educativa y niñas y niños soñaban
con ser Chefs.
Recién
evidenciada la gravedad de la pandemia y de suspender clases, labores, salidas
a la calle, pensó que ser cocinera de tiempo completo no estaría mal, pues
siempre añoraba tener más tiempo para dedicarlo a sus hijos y que mejor que
cocinar delicioso y nutritivo ahora que no iría a trabajar, al fin que sería
por poco tiempo, mientras durará el confinamiento.
El
acuerdo ante el temor del contagio era no salir si no era urgente, así de tajo
se suspendieron las comidas fuera de casa, igual se estableció no comprar
comida para llevar.
Las
primeras semanas cocino y lavo trastos inspirada, con una sonrisa y tarareando
su canción preferida.
Era
el momento oportuno para hablar a sus hermanas y amigas para pedirles consejos,
sus recetas secretas y sorprender a la familia. La tercera semana lamento ver que su capacidad como jefa de
cocina fue agotada, se convirtió en pesadilla, no había sido ama de casa, desde
que empezó a trabajar a los 19 años.
El
trabajar fuera de casa, le daba el estatus de cocinar cuando ella lo deseaba y
no por obligación. Aunado a que junto a Raúl su compañero de vida, modelaron las actividades domésticas bajo un
esquema de igualdad, habían estado lejos de tías, suegras, hermanas, lo que
significaba compartir entre ellos la crianza de los hijos, la manutención de
los mismos, los dos trabajaban fuera y dentro de casa.
En
ocasiones reflexionaba y entendía que ella llevaba la delantera en la cocina a
diferencia de su pareja, porque así había sido su crianza, bajo la
consideración de que las mujeres ayudan a la madre en esas labores de cocina,
permanecen más tiempo ahí, se decía a sí misma: -somos ayudantes de cocina a
muy temprana infancia, no así los hombres, lo que nos hace con más habilidades
que parecen “naturales” pero no lo son.
Aún
con todo el tiempo a su favor, después de esas tres semanas y presintiendo que
el confinamiento se alargaba, lanzó la toalla, lamento ver que su capacidad
como jefa de cocina fue agotada.
Se
fatigo de idear la comida del día, de lavar al infinito trastos, cortar y picar
verdura y frutas, de hacer pastelillos,
gelatinas y ensaladas.
Hizo
la proclama una mañana en que todos
preguntaban:
-¿Mami,
ya está el desayuno?
–Tengo
hambre, pero primero calienta un cafecito, ¿no?
Se quedó sentada y grito muy fuerte ¡aaaa coomeer!
Todos
acudieron a sentarse, se quedaron mirándola incrédulos, no había nada sobre la
mesa, solo los brazos de Mily apoyados en ella.
Dijo inmutable: Hoy no hay cocinera, está cansada, se reporta enferma,
dice que no volverá y manda saludos a todos.
-Ay
mamá no te manches, ¿cuál cocinera?
La
cocinera que les ha cocinado toda la vida, está cansada, así que desde hoy no
habrá comida si no cocinamos todos cada día, uno por uno:
-Les
propongo Chef por dos días, así cocinaremos cada siete días, recuerden que
cuando eran pequeños querían ser chefs, pues es la hora, aprovechen.
La
seguían observando, creyendo que era una broma. Ella continúo enumerando las
reglas del juego.
A. Por
dos días un chef va a preparar desayuno y comida para todos, la cena será libre
y al gusto, se lavaran todos los trastos del día, limpiar mesa, servir.
B. Al
segundo día pasará el turno al siguiente chef con toda la cocina limpia, para
que inicie jornada.
C. Podrán
usar lo que deseen de despensa y refrigerador.
D. Se
recomienda ver recetas balanceadas en internet. Su madre estará lista para dar
consejos.
E. Agradeceremos
la comida del Chef, sin lamentaciones.
¿Qué les parece?
-Ustedes no van a
la escuela, yo y su padre no vamos al
trabajo, aunque todos tengamos
actividades en línea, lo podemos hacer.
Comprendieron que
no era broma. Además tomaron la propuesta como un reto, como esos que aparecen
en internet.
No hubo objeción
alguna. Poco a poco se fue estableciendo un orden en casa, lo que nos permitió hacer
cambios en la rutina que a todos favoreció.
El tiempo de
angustia e incertidumbre en esta contingencia se inundó de sabores, aromas, de
verdaderas odiseas para conseguir un arroz perfecto, por cocinar los antojitos
que habían dejado atrás, experimentar la combinación de especias, hortalizas, carne.
La invención e innovación se dio como en un laboratorio de cocina.
Mily se asombra de
tener un buen desayuno, comida o la cena sin haber estado en la cocina por siete
días, no se ha cansado de ver y constatar adelantos gastronómicos, ver como se
esmeran en la elaboración y presentación de la comida, han aprendido juntos.
Cosas buenas ha
dejado la pandemia, pensaba. Ha vuelto a recordar su infancia, sentirse
querida, protegida, ahuyentando un poco el miedo, las penas, las heridas
profundas que ha dejado este periodo y sentir después de tanto tiempo el gozo
de escuchar por la mañana:
-¡Ya está el
desayuno!
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