Homenaje a Liz - Nathán Grinberg-Zylberbaum
Un jueves en la noche de 1987, Liz empezó a tener contracciones.
Debo decir que durante
todo el embarazo nunca tomó ni siquiera una aspirina, ni una Coca-Cola y
dejó de fumar. Quería tener un parto
natural, doliese lo que doliese.
Fuimos al hospital y nos dijeron que le faltaba mucho.
Entonces emprendíamos largas caminatas para acelerar el parto y en las
noches ella se sentaba en una silla a hacer respiraciones;
no podía dormir por las contracciones.
Incluso íbamos a hacer ejercicios en
la alberca de su mamá y todo con
el mismo fin. Pasaron
viernes y sábado, Liz no durmió ni un minuto, tenía contracciones fortísimas y
las trataba de controlar con la respiración.
El domingo 22 de marzo, a las seis de la mañana Liz trajo
a Tania al mundo, obviamente, sin ningún tipo de analgesia o anestesia.
Cometimos el gravísimo error de pedir a la niña en el cuarto
y no en el cunero; fue
terrible, Liz alucinaba de tantos días sin dormir y no fuimos lo
suficientemente humildes como para
aceptar dejar a la niña al cuidado de las enfermeras y así aprovechar
para descansar durante la estadía en el hospital.
Luego se empecinó en amamantar a Tania el mayor tiempo
posible y lo hizo durante once o más meses.
Tengo una foto que describe perfectamente su estado: Tania
comiendo de Liz y ella totalmente dormida con la cabeza gacha, agotada, con
unas ojeras tremendas. Y así durante
toda la época
en que dio de comer a Tania de su pecho.
Recuerdos tristes y alegres también: el primer baño de
Tania se lo dí yo en el lavabo del
cuarto del hospital.
Me faltó decir que, en la madrugada del nacimiento de Tania,
hubo luna llena y tomé
una foto, otra del recuerdo, de días felices pero dolorosos también.
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