Oda a lo posible - Marichoni

 


Cuando la tormenta pase…

Poema

    Quién nos iba a decir ¡nueve meses de confinamiento! Lo que dura la gestación de un bebé que, para ese momento, ya está listo para dejar su encierro del espacio en el que obtuvo lo necesario para vivir el resto de la vida. Y nosotros, no tenemos para cuando dejarlo, no podemos desconocer lo que hay en el ambiente. Por ello, mientras pasa, mejor busco lo que es posible hacer.

    Escuchar el silencio porque no siempre me he detenido a percibirlo, escucharlo roto por ruidos y también por sonidos, pero escucharlo, al fin, ha sido posible.

    Reconocer la alegría de cada amanecer. Quizá antes lo consideraba lógico, pero ahora, después de creer que al mínimo estornudo o la tos de la mañana, tres veces a la semana tengo el coronavirus que, entre otras cosas, se me quita a las tres horas. Agradezco por el nuevo día, por la salud, como brindis cotidiano, porque se convierte en una nueva oportunidad.

    Disfrutar cada domingo el ir al mercado, antes creo que lo sentía una necesidad y ahora lo veo como una oportunidad de abrir la puerta y, rápidamente tener un buen pretexto para salir, sí, solo para salir. Meterme a ese hermoso ambiente de frutas, verduras, semillas, carnes y pescado. Escuchar a los mercaderes, como dirían los extranjeros o a los marchantes, como decimos los mexicanos, ofrecer su mercancía, disfrazados de astronautas, con cubrebocas, guantes y caretas ¿Cuándo se había visto tanta higiene en México? Parece que esto también ha sido posible.

    Aprender a observar a través de una pantalla a esos niños que, en este año de pandemia, tenía que ayudar para que aprendieran a trabajar con calidad. Todo un reto, pero humildemente lo digo, reto superado. Creo que lo he hecho bien porque no hay otra alternativa, algo diferente caía en lo imposible.

    Con esta situación, he podido comprobar que la vida es esfuerzo constante, continuo, cotidiano, para lograr la sobrevivencia y ayudar a los niños a aceptar este nuevo paradigma, después de décadas de pregonarles lo cómodo, lo fácil, lo que no les moviera su estatus, de facilitarles día a día el camino para que no se frustraran, para que no sufrieran, para que no se cansaran, porque la idea educadora era solo que la pasaran bien y desecharan lo molesto. Y ahora, comprobar que, solo haciendo las cosas poniendo en ello el doble de esfuerzo, se podrá superar el momento. Esto no solo ha sido posible, sino indispensable.

    Esta generación tendrá un lugar diferente en el concierto de los alumnos que han pasado por mi aula, ahora virtual y con el fondo de mi recámara, porque tienen que adquirir una nueva cultura, la del esfuerzo. Esto tendrá que ser posible.

    Mi casa limpia y aseada rincón a rincón, reconciliándome con la escoba y el recogedor, como cantaría Cri Cri ¡Qué agradable sensación la de aprender a hacerlo bien hecho, sin prisas y sin disimulos! Nada de que sólo por donde vea mi suegra, pobrecita, hace tanto que ya no está; o para que cualquiera que entrara, viera todo bonito. Eso no ha sido posible, sin embargo, yo soy la que lo ve, así que más vale dejarlo hermoso y saber que trabajo para mí.

    Leer y releer lecturas que estaban olvidadas por las prisas de cada día, entre ellas, apreciar ese hermoso poema: Cuando la tormenta pase, que resulta indispensable para recuperar la esperanza. Algún día, quién sabe cuándo, pero algún día será.

    Volver a tomar el tejido, con el pretexto del encierro y reconocerlo como una ayuda para lograr ese silencio interior que el tránsito, el ruido, las noticias, las conversaciones aparentemente indispensables e inacabadas, me habían impedido tener, eso también ha sido posible.

    Cortarme yo misma el pelo y ver que me quedó horrible, pero saber que más horrible estaba antes de atreverme a hacerlo, salió de lo imposible.

    Extrañar a los que tanto amo y encontrar formas de comunicarme y hacerme presente para no sentirme olvidada por ellos que, por hallarse tan lejos, era la única alternativa y la acepté, aprendiendo a valorar más allá de lo imaginable: a mis hijos, a mis nietos, a mis primas, a mis amigos, a mis alumnos, a mis compañeras de trabajo, a Yola que hace más de veinte años me ayuda, a mis compañeros del taller.

Reconocer el valor que cada uno tiene en mi vida y como dice el poema, Cuando la tormenta pase, no regatearé para demostrárselos y darme cuenta de la oportunidad de conocer a quienes, si no hubiera sido por este encierro y esta forma de comunicación, no los hubiera conocido, no hubiera coincidido con ellos. Anhelo que sea posible y siga habiendo nuestro intercambio de ideas, de sentires y de visiones.

¡Sí! Cuando la tormenta pase, seré capaz de luchar solamente por lo que sea posible, lo demás lo iré dejando. Seré más realista sin dejar de soñar para que mis fuerzas se mantengan en lo que sí puedo lograr. Sí, luchar solo por lo que sea posible alcanzar.  

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