Tejedoras - Esther Solano
Las mujeres de la familia
se reúnen al atardecer para tejer y coser. No siempre se trata de tejer y
cantar, muchas veces es tejer y consolar, tejer y llorar, tejer y maldecir.
Aunque muchas otras veces se trata, tan solo, de deshilar el día.
Juntas cada una teje una
prenda, los estambres son distintos en color, textura y grosor. Mi abuela teje con hilos blancos, se vale de un ganchillo para transformarlos en una carpeta. En cambio, mi Madre confecciona un chaleco a partir de estambres
muy coloridos, con agujas. Las miro hacer maravillas con sus manos. Escucho en
silencio.
Yo no tejo, tampoco sé
coser, apenas un botón o un dobladillo, lo hago mal y lento. Quizás si supiera entramar
los hilos, mi vida no se habría desarticulado, habría conocido algún truco para
mantener las piezas en su lugar.
Entonces, mi abuela me
pide ayuda para ensartar la aguja, es una tarea sencilla, pero me permite ser
partícipe de su creación. Dejo de ser una observadora, con esa sutil invitación
me uno a la plática, comparto con ellas la magia de tejer historias con
palabras, en esa hora femenina e íntima de la costura.
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