LA LÍNEA DE VIDA - Esther Solano


Soy la mayor de tres hermanas, la palma de mi mano izquierda tiene la línea de la vida partida en dos, quizás significa que pasaré por un gran cambio.

Creceré en la Ciudad de México, sabré de asfalto y smog. Conoceré de la belleza monstruosa de las grandes construcciones y la vida que fluye por las arterias de la gran urbe, pulsantes con luces intermitentes de los autos, pero tras un giro súbito. Viviré en Tabasco, descubriré lo que es pisar descalza el suelo y encontrarlo caliente, aún en mitad de la noche.

Aprenderé que los macuilís sólo florecen en enero y que los framboyanes son los árboles de las grandes flores rojas.

Mis amaneceres serán de abundante luz y humedad. Mi piel se tostará irremediablemente bajo ese sol eterno.

Experimentaré en carne propia que la noche del trópico es propiedad de los insectos. Me dejaré maravillar por las tormentas eléctricas que iluminan de manera breve, absoluta y estruendosa el límite entre el cielo y el mar. Veré al amanecer la bruma, espesa y pegajosa como un espejismo sobre los pantanos.

Y repetiré mil veces “Si fuera árbol nacería, crecería y daría frutos a la orilla de este río, extendería mis ramas para dar sombra y cobijo a las aves que harían bullir mi pecho vegetal”.

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