FUIMOS A LISBOA UN DÍA - Lola G. Casanova


Me llamo Dolores Secundina. Hasta ahora todos me han dicho Tinita. ¿Cómo será en Cuba? ¿Cómo me llamaré allá? Tengo miedo. No quisiera irme de Oviedo y dejar a papá. No quisiera quedarme y que nos descubran, que nos maten, que maten a mamá. Será bonito el viaje en el barco, qué aventura, atravesar el océano. Seguro que yo no voy a marearme como tía Elena, la pobre se marea solo de subir a un coche, dice que cuando regresó de La Habana casi se muere en el viaje. ¿Cómo será el abuelo? Creo que las tías no le quieren, las reñía mucho. Mamá dice que es bueno, si no lo fuera, no hubiera mandado pasajes para todos. 
Yo soy el único varón, ya soy grande y tengo que cuidar a mamá y a mis hermanas. Aunque Tinita sea la mayor --y sí que se lo cree--, solo me gana por un año y yo soy más fuerte que ella; además, ahora que no está papá me toca a mí ser el hombre de la casa. Por algo he cumplido ya los diez años. Mira que será aburrido viajar con tantas mujeres, pero no hay más remedio, tengo que cuidarlas.
Mañana dejamos Oviedo, muy temprano por la mañana vienen a por nosotros. Hemos tenido que guardar nuestro equipaje con mucho cuidado para llevar lo más que se pueda pero viajando ligero. No sé qué va a ser de nosotros. Padre se ha portado bien, enviando billetes para todos. No sé que voy a hacer sin mi amado Pepe, tan lejos, al otro lado del mundo. Cómo me va a hacer falta. Si al menos supiera dónde está, qué ha sido de él, a dónde lo han llevado. Lo peor, eso ni pensarlo. Si estuviera sola no me iba, me quedaba a esperarlo, pero tengo que cuidar a mis hijos, pobrecillos, los cuatro se han portado tan bien estos meses de encierro. Tengo que confiar en que volveremos pronto. Cuando termine la guerra, Pepe seguro nos mandará buscar. Hoy es la última noche que pasamos aquí, ya he guardado todo, es decir, todo lo que llevamos que es lo menos. Dejamos la casa como si nada, para que tarden en notar que nos fuimos. Tampoco tengo a nadie a quien dejar las cosas, no podemos arriesgarnos, no sabemos quien es amigo. Ya nos han traicionado. Tengo en mis manos el portafolios de mi querido esposo, no he encontrado la llavecilla para abrirlo, no puedo desprenderme de él, tengo que llevarlo conmigo. He dicho, lo llevo.
--¿Qué dirá papá cuando llegue a casa y vea que nos hemos marchado? ¿Se echará a llorar?-- No lo creo, Bertina,  los hombres no lloran. Y ya dijo Tinita que nos buscará, que mamá le enviará una carta y le dirá que estamos con el otro abuelo, no con abuelo Benigno, pobrecillo, él se ha muerto ya. -No llores Matildina, que nos oyen.

Qué pesado ha estado el viaje, qué largo, pero en unas horas más estaremos en Lisboa, a salvo. Quisiera dormir ahora un poco, como todos, pero mi cuerpo me obliga a estar alerta. Tinita no ha dormido nada tampoco, qué lista es, cómo ha crecido. Es toda una mujercita. Qué bueno que alcanzó a terminar sus exámenes, qué bien los hizo todos, la más pequeña de las alumnas que acreditaron. Si no tuviéramos que marcharnos, en el otoño empezaría el Instituto. Sé que no tendrá problemas. Pepín me preocupa, es tan pegado a mí, tan tímido, tan reservado. Espero que se lleve bien con Padre, que no choque con él, ni con sus hijos, los hermanos que no conozco, su nueva familia. Matildita y Berta son todavía muy pequeñas, se sabrán adaptar. Eso espero. Y a Bertina le hará bien un poco de sol. Está muy paliducha. Comerán mejor, estoy segura. ¿Qué será de nosotros, que será de España? Pepe, amado mío, ¿cuándo volveremos a vernos?
Tenemos que bajar a revisión. Consuelo, ve tú delante, Lola, niños, no os separéis. Dame la mano.
--Vamos a Lisboa…A encontrarnos con mi padre en La Habana… Sí, aquí está el pasaporte, son mis hijos. Sí, los cuatro. Mis hermanas… ¿Qué dice? Pero no puedo hacerlo, no tengo la llave, se ha perdido… ¿Que qué hay dentro? Pues no lo sé. ¿Que por qué me lo he traído? Es un recuerdo… ¡No haga eso!, por favor.
 ¿Qué le dicen a mamá? Ese hombre alto y malencarado, ¿qué ha hecho? Ha rajado la cartera de papá con un cuchillo. Le ha sacado todos sus papeles. Cómo los sacude y grita cosas, ¿qué pasa? ¿Adónde se la llevan? Me monto en el coche, aquí atrás, no la dejo sola.

¿Cómo se me ha ocurrido traer el portafolios? ¡Qué debilidad de último momento! Debí suponer que tendría algo guardado, ¿cómo no adivinarlo? Pues tenía todo, ¿de qué sirvió pasar días quemando papeles cuando lo más importante, los documentos más comprometedores han venido conmigo? Se ha arruinado todo. Lo he arruinado. No sé adónde me llevan en este coche. Me irán a matar, seguro. ¿Qué será de mis hijos? No sé cómo puedo mantener la calma sentada en medio de estos dos guardias, unas bestias. Pero por dentro mi alma se desgarra. No quise volver para atrás, sentí la mirada de las niñas, y a Elena y a Lola aguantándolas. ¿Qué pasará ahora? ¿Volveré a verlos?

Pepín, ¿a dónde vas? Qué ha hecho mi hermano. Se va en el coche negro en el que llevan a mamá. ¿Qué podemos hacer? Nos hemos quedado solas, se va todo mundo, la gente se marcha a Portugal, tan tranquilos, se van como si nada y nosotras a esperar a no sé qué, aquí en la calle, sentadas sobre nuestros bultos ¿tardarán mucho? Bertina, no llores.
Aquí vamos a esperar otro poco. Qué susto nos has dado Bertina, monina, no te desmayes ahora, mi niña, mamá viene pronto, todos estamos bien, ya lo verás, pronto estaremos en América, estarás contenta, venga te canto una canción, ¿la del conde Fernandito?

--Señora, me dicen que se iba para Lisboa. Pero parece que no quiere marcharse de España. ¿Qué es lo que guardaba con llave? ¿Quién es este hombre, su marido? ¿un rojo? Pero ¿cómo una mujer tan linda (porque mira que es guapa la señora), se ha casado con un maestro rojillo?... Y ahora ¿qué le pasa?, ¿ha visto un fantasma?
Madre mía, ¿qué hace aquí Pepín? ¿Cómo te has encaramado en esa ventana, hijo mío, mira que si te descubren, y te puedes caer, qué alto está. ¿Quieres que no haga ruido, que me calle?, pero si quisiera dar un grito…
Pero mira mira ¿a quién tenemos aquí, quien es el granuja que se asoma allá arriba? ¿de quién es ese chico? ¿Su hijo, dice?... ¡Traedlo para acá guardias! -- Como ordene, señor, enseguida.
Pues ahora sí madre me va a matar. Si no se hubiera tapado la boca, si no hubiera querido gritar. Me he venido en la parte de atrás tragando polvo todo el camino y nadie me ha visto y ahora…¡buena la hice! Pero es que tenía que ver adónde la llevaban, qué le hacían. Aunque ese militar no se ve tan malo como los otros, como el que cortó la cartera de papá con un cuchillo. Vaya bruto. Y estos imbéciles cómo me jalan, me duele el brazo, si no voy a correr, no voy a irme, dejadme en paz.
-Jovencito, eso no se hace, no se espía por las ventanas, parece que no le ha educado bien su padre, buen maestro será, ¿cómo te las has arreglado para subir hasta allá? ¡si serás pillo, gandul! Mire Consuelo, no puedo negarlo, tiene un hijo valiente. Y váyanse ya de aquí. Voy a hacer que lleven a esta mujer hasta Lisboa, no puede perder el barco. Tan joven, hermosa y con cuatro hijos, ella no tiene la culpa de que su marido haya sido un rojo de mierda, seguramente ya le matamos al hijo de puta.   

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