CUARENTEANDO, AL NORTE DE ITALIA

Cuando todo esto termine, voy a viajar al norte de Italia. Más precisamente a un pueblito en la frontera con Suiza, región de Lombardía. Sí, sé que es una de las zonas más afectadas por la pandemia. Allí los casos iniciaron el 21 de febrero y desde el 8 de marzo están en cuarentena estricta. Pero hoy en mi meditación estaba ahí. Caminaba con mi hijo por una calle empinada, a mi izquierda tenía la montaña y a mi derecha encontré la subida a la casa. La puerta de afuera estaba abierta y entramos. Me encontré con un gran parque y muchas plantas con flores amarillas. Vi también una huerta, con tomates y albahaca. Al final del jardín el horno de barro, esos que se usan para pizzas y panes. Y muchas herramientas para la construcción, apiladas a un costado de la pared. Toque mis palmas y salieron a recibirnos. Son los abuelos paternos de mi hijo. Sonreímos por haber concretado finalmente este encuentro.

-“cuando comienzas una meditación es nueva y con el tiempo la vas conociendo y entendiendo. En ese momento, integras esa energía. Entonces esa meditación esta siempre para ti y cuando la necesites, se te va a antojar y sabes que es la herramienta que necesitas en ese momento” – así comenzó el audio de esta mañana y, efectivamente, necesitaba esta meditación hoy. Fue con la que empecé la cuarentena y tiene un audio muy largo con muchos mensajes para escuchar una y otra vez. Y… como siempre me sucede, mi mente se fue de a ratos con muchos pensamientos. Y recordé.

Fue hace 3 años. Tenía 5 meses de embarazo y estuve en Milán. El plan inicial era pasar la navidad y conocer la familia de mi novio. Pero todo cambio unas semanas antes y finalmente viajé sola. Pasé 15 días recorriendo Berna Suiza, Milán, Venecia, Florencia, Ravenna y Verona. Fue un viaje de descarga. Visitaba iglesias y lloraba. Conocía museos y caminaba mucho. Compraba recuerdos y escribía, hablaba en voz alta. Contaba la historia de lo que me pasaba desde muchos puntos de vista para poder entenderla. Pensaba en ellos, que no sabían que iban a ser abuelos. Yo no conocía quienes eran y tenía mucho miedo de que algo feo ocurriera. Imaginé varios desenlaces, desde un buen recibimiento hasta un desprecio, incluso una expulsión. Preferí finalmente no ir. Y no hablar. Paso un largo tiempo y después de que mi hijo cumplió 1 año, tomé coraje y los contacté. Me agradecieron y se pudieron muy contentos. Desde ese momento nos escribimos esporádicamente y cada tanto compartíamos fotos, videos. Pero con la cuarentena nos acercamos más. Siempre con la intensión de saber cómo crece su nieto y ahora con el deseo de estar sanos y que llegue el día de darnos un abrazo. Pienso que es de las cosas buenas que nos trajo la pandemia.

Tengo la mano derecha en posición de guía mudra y la mano izquierda frente a mi ombligo en forma de copa. La lengua medio afuera, para permitirme inhalar por la boca. Exhalo por la nariz. Esta meditación tiene una posición un poco extraña, de un tiempo, te acostumbras. Llega el final del audio y el guía dice algo que me deja nuevamente pensando: “el hacerlo no garantiza los resultados. Como abordas y te acercas a los asuntos que quieras cambiar es lo que hace toda la diferencia “.

Buena reflexión para entender por qué hoy sí iría a esa casa y por qué fue una buena decisión no haber ido antes. Hoy nos estarían esperando con el pan recién sacado del horno y un gran abrazo. Hoy sería disfrutar y no explicar. Hoy sería agradeciendo y celebrando la salud y la vida.

Terminan  mis minutos de silencio y de respirar profundo. Miro el teléfono y tengo mensaje de Italia “Ciao, como estate? Un bacio al Dante“. Y entonces contesto (en italiano): cuando todo esto acabe vamos a viajar a conocerlos. Por favor, cuídense mucho.

12 de julio de 2020 – Sao Paulo, Brasil