CRÓNICA DE UNA CIUDAD LEJANA - Marichoni

El corazón es el centro
 porque es el único de
 nuestro ser que da sonido.
María Edgeworth
      Los sonidos traen recuerdos y establecen relaciones… Y hoy pienso en una ciudad que ya no los deja escuchar: Aquel silbido del afilador que prometía restaurar los objetos que usamos para cortar: tijeras, cuchillos, navajas, venía en una  bicicleta que en pocos minutos se convertía en taller. Sombreros, zapatos, ropa usada que vendan…  un sonido que daba oportunidad de recuperar algo del dinerito que se había gastado en un almacén del que habían salido las prendas, mi mamá corría a buscar al ropavejero, - tal vez con ello complete para el gasto del mercado, buena idea, lindo pregón.
    El cartero y el silbato con el que se anunciaba y,   parafraseando a Calicot: abre la puerta, es el cartero, ¿qué traerá? Papá se fue a trabajar y está en Mexicali. Una carta personal, no solo la de mi mamá, hay una para mí… ¿Te has portado bien? ¿ayudaste en casa? No te salgas a la calle, ya sabes que no nos gusta que juegues como los vaguitos que por allí andan.
    Sonidos de ese tiempo que me hablan de juegos, de despreocupación, de simplicidad.
    Abro la puerta y grito en el patio: mano antepicomano coronita de Dios, nadie me lo quita más que Dios, así afirmaba el primer lugar para brincar avión. Grito que en la memoria se convierte en sonido, sonido que así se convierte en recuerdo…
    Por la tarde escuchaba el silbato del panadero, en gran canasta nos llevaba esas piezas de pan que recrean el paladar tan solo con evocarlo; sale Carmen a escoger las piezas para la merienda, esa persona tan querida que ayudaba en casa y que al paso del tiempo se convirtió en alguien más de nuestra familia. Tanto la quise y tanto la recuerdo.
    En tiempo de verano sonaba el carrito de los helados, campanitas que anunciaban su llegada y a correr. - Mami, me das un peso para un barquillo con nieve de limón. -Si compran helado, ya no compran gelatina cuando venga el carrito musical. Otro sonido para recordar, me parece que éste sí lo he vuelto a escuchar.
    Sonidos de serenata, guitarras por la noche al pie de la ventana, el corazón late, hay que prender la luz para que el enamorado se entere que ha sido escuchado, Ya no oigo ese sonido ¿qué, los enamorados ahora no llevan serenata? Parece que ya no se acostumbra decirle a la novia “te amo” a ritmo de música romántica.
    La campana de la basura, bendito Dios, se va todo lo que está desbarajustado, así decía mi mamá y con qué alegría sacábamos la bolsa pequeña con mucho menos desechos de los que hay ahora ¿por qué será?
    Otro sonido, el del organillero, ese no nos ha dejado, sigue sonando para que no olvidemos que, aún en el horroroso tránsito, en las dificultades diarias un poco de música puede devolver algo de alegría al alma.
    Hermosos sonidos que me hablan del tiempo, del que se fue, del que permanece y del que quiero recordar.

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