CAMINANDO SOBRE EL ABISMO - Esther Solano


En un panel de escritoras judeo-mexicanas, Sandra Frid dijo “Escribir es un acto de valentía, no sabes en manos de quien terminarán tus textos” esta frase me resonó fuertemente y me recordó lo que escuché tiempo atrás de una poeta “Escribir es un acto de striptease” quien afirmaba que te desnudas, verso a verso, frente a quien lee tus poemas, lo verdaderamente grave es que no sólo nos desnudamos a nosotras mismas, sino también a nuestras familias, amigos y pareja, colocando un reflector sobre ellos, sin avisar, ni preguntar.
Mágicamente transformamos las paredes de nuestras casas, recámaras y baños en materia transparente como el del avión de la mujer maravilla, tan sólo con el abracadabra de una pluma. Ponemos altavoz a nuestros deseos más prohibidos, esos que ni en el anonimato de un confesionario ni con un escucha bajo el juramento de guardar silencio, so pena de que su alma arda en el infierno nos atrevemos a revelar.
Y aquí estamos bolígrafo en mano, renunciando a nuestro derecho a guardar silencio sin nuestro abogado presente.
Revelamos lo que hace vibrar nuestra piel, lo que nos revuelve el estómago porque lo encontramos desagradable, mostramos el monstruo que acecha debajo de nuestra cama, ponemos al descubierto el esqueleto que nuestra dulce abuela guarda en el baúl.
No nos basta exhibir a nuestro amante “secreto”, sino que mostramos su fetiche y publicamos la caricia con que logró hacernos llorar.
Todo porque las palabras se revelan, controlan, exigen salir de tus dedos, amenazan con corroer tu cerebro por dentro y hacer explotar tu corazón si no las dejas salir. En ese trance, subimos al alambre tendido sobre el abismo entre la realidad y las teclas de la computadora, mantenemos el equilibrio ayudadas por la imaginación.
Otras veces las palabras que gritan no son las propias, son de quienes no tienen voz: por marginados, olvidados o porque se las arrancaron junto con la vida. Entonces es necesario alzar la voz escrita, poner en el banquillo al violador, al tirano, al asesino. Evidenciar la trama de los hilos de corrupción y podredumbre que han permeado las estructuras sociales y políticas, dejar de ser testigos mudos y exponer la dolorosa realidad que se vive en nuestros barrios, ciudades y país.
Bajo el riesgo y el deseo de incomodar, confiando en que sea posible promover la justicia, mover a la acción, detonar el cambio, con la esperanza de que algún día, como diría Joaquín Sabina “los diccionarios detengan las balas”.

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