AGUANE - Fabiola Sánchez Palacios

                                                           1999                                                 
El niño estaba echado de bruces a la orilla del lago. Con ojos azorados y felices veía pasar los peces de colores, distintos tamaños y dibujos lucía cada uno de ellos en su cuerpo ágil y nervioso. Uno de color azul cielo con rayas negras pasó dibujando intensas ondas en el agua. Entonces apareció ella en el fondo del lago, aquella hermosa mujer diciendo: Ven Mario, vamos a jugar…

 El timbre del celular lo despertó:
   Mario
   Mario, disculpa la llamada a esta hora, pero hablaron de Los Pinos a la oficina del secretario, el señor presidente va mañana de gira a Chiapas, pasa a las Cascadas de Agua Azul a una reunión con pueblos indígenas y quieren la carpeta con toda la información a las nueve en punto sobre su escritorio. Tienes escasamente una hora para reunir la información y enviarla.
—Descuide señor Subsecretario, tengo todo al día y en este momento se la envió por correo electrónico. 

Ella lo observaba desde la ventana. Sentada en su escritorio, el piso diecisiete de aquella oficina le daba una amplitud enorme para ver su arribo diario en camioneta, a las nueve en punto. Llegaba como los reyes a sus dominios, siempre nervioso. Su chofer le abría la puerta y le entregaba el portafolios marca Aries, celular colgado al cinto. Traje Giorgio Armani, corbata y zapatos Salavatore Ferragamo, lentes Benneton, lucía como maniquí de una calle de Polanco.
Caminaba por el estacionamiento con el pecho salido, la nariz respingada y buscando un cigarro en la bolsa. Subía por el elevador exclusivo para funcionarios. De prisa saludaba con cortesía, pero no se dignaba dirigir su mirada a nadie en particular.
A ella le gustaba tanto, no sabía ni por qué, pero le gustaba. Además de sus accesorios, él no tenía nada especial. Quizá una buena dosis de hormonas que destilaba a su paso, pero nada más. Sin embargo, aún de mezclilla, y sin ser el director del Programa de Rescate de Espacios Protegidos y Reservas Ecológicas de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), ella hubiera puesto sus ojos en él.
Le atraía su estilo. Era un hombre que cuando saludaba de mano, miraba a los ojos con arrogancia. Parecía muy cabrón, y esa era la especialidad de ella, los machos cabríos.
Cuando la entrevistó para el puesto de asistente de Director General de Espacios Protegidos le dijo:
   Mario Julio Córdova, a sus órdenes. He leído su currículum y veo que tiene gran experiencia en áreas protegidas, leí que hizo usted posgrado en el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.
—Así es licenciado.
   ¡Habla usted tres idiomas y trabajó en el Instituto de Ecología, en el departamento de Cambio Climático! ¡No sabía que existe un diplomado en Glaciares! Decía él mientras hojeaba el currículum de la mujer como al descuido, con displicencia con la petulancia de un ego deforme.
—Efectivamente, licenciado.
—Oiga, ¿No es usted muy joven para haber asistido como observadora de una ONG a la firma del Protocolo de Kyoto?
—Si revisa mi edad en mi currículum se dará cuenta que no soy tan joven, solo lo aparento.
—Necesito un asistente que tenga la capacidad de dar seguimiento a la Comisión Intersecretarial sobre Cambio Climático ya que el señor secretario ocupa la Presidencia de esta, y ha delegado el tema en esta Dirección, pero estamos saturados de trabajo con el tema de áreas protegidas.

Audrey pensó “que limitado se escucha al decir el tema, como si quisiera ahorrar palabras, explicaciones¨”.

 —En realidad, yo no soy experto y requiero de alguien que conozca a fondo el asunto para que me asista. Le voy a pedir por favor que se ponga de acuerdo con mi secretaria y llamé el viernes.
—Si señor, con gusto.
Cuando Audrey salió de la oficina, entró Javier Estrada, secretario particular y mejor amigo de Mario Julio.
— ¡Qué cuero de mujer! ¿La vas a contratar?
— Te apantalló porque es pelirroja y tiene ojos azules y además es delgada como te gustan. Pero para que veas que no todas las mujeres bonitas son pendejas, quiero que leas su currículum para que te eduques, ella y no tú, merece tenerme como jefe.
   Lo bueno es que no te impresionó, jefe.
   ¿Por cierto, quien la recomendó?
   Llegó sola.
   ¡Se me hace que te gustó, jefe!
   Ni de broma, ya sabes que yo no me meto con la nómina.
   ¿Cómo dices que se llama? Preguntó Mario Julio
   Audrey del Río— le respondió Javier con el currículum en las manos. 
   ¡Qué nombre tan raro! Bueno pues tú te encargas, si es cierto todo lo que puso, la contratas.  
   ¡Claro que yo me encargo! Contestó el mofletudo Javier.

Mario Julio no sabía que Audrey lo había elegido desde el día en que lo vio.
La segunda vez que pudo mirarlo fue cuando Mario realizaba una gira de inspección para revisar el fin de los trabajos que inauguraría el presidente en la laguna de Bacalar.
Había cientos de quejas de grupos ambientalistas respecto a los taladores clandestinos de árboles y la contaminación del agua. Después en una intensa campaña, el presidente de la República decidió anunciar que dentro del Programa de Rescate de Espacios Protegidos estaba la limpieza de aquel sitio “tan especial”, “tan mágico”.   

Mario Julio no supo que debajo de una cascada lo observaban unos ojos azules y que un cabello largo y rojo se confundía con el efecto que dan los rayos de sol del atardecer sobre el agua. El no se percató de que cuando se agachó a levantar la basura de la orilla de aquella cascada y el fotógrafo oficial de Semarnat tomó una fotografía con flash y luz directa, Audrey pensó que la luz provenía de él.
Se conmovió al verlo acariciando a un ciervo, no supo que había sido puesto en el lugar indicado por sus colaboradores para que se acercara al señor director y así poder tomar la foto oficial para el boletín de la Semarnat.

Audrey estuvo a punto de llorar cuando cargó al frágil animal y lo llevó hasta la orilla del monte más cercano para que pudiera encontrar a su manada. Mario levantó la cabeza porque sintió el poder de una mirada, incluso, cuando abordó su camioneta, comentó a su asistente:
—¿Viste Javier? el juego del agua de la cascada hace que parezca como si hubiera una mujer tras del chorro.
Uno de los lugareños que formaba parte de la comitiva le explicó a Javier
Nosotros la llamamos la cascada de la reina porque algunos cuentan que la han visto una mujer de ojos azules y cabello rojo que peina sus cabellos a la orilla del agua y sólo espera un hombre para casarse. Cuentan que si alguno la ve tiene un plazo de tres días para buscarla y proponerle matrimonio o se atiene a las consecuencias.
—¡Ah vaya! ¡Qué bueno que son supersticiones!
De repente, Mario evocó una imagen de cuando tenía siete años y quiso atrapar con su pequeña mano todos los peces de un cardumen, sintió la piel húmeda y lisa de los animalillos que escapaban por entre sus deditos, y como si hubiera sido una aparición, detrás del cardumen estaba escondida ella.

—Javier, comunícame con Nolasco de Presidencia…Quiero hablar de algunas cosas con él…de nuestros asuntos…
 —Si señor, enseguida.
Lo que Mario no sabía era que Audrey lo había observado y adivinado sus siete posibles destinos, esos que todo ser humano tiene. El espíritu del niño había causado fascinación en ella.
A ella le disgustaba pensar en usar sus habilidades de hada cuando se trataba de conseguir humanos. Hubiera sido tan fácil esparcir un poco de su brisa sobre la cara de Mario para tenerlo de rodillas, pero le parecía que hacer eso era muy similar a lo que hacían los hombres cuando cazaban animales.


Habló con Aliciana, la mayor de todas las guardianas del bosque:
—He visto a un hombre y lo quiero tener.
— ¿Qué dices?
   Emana una luz distinta y tiene el poder de que los animales se acerquen a él. Es bueno, lo sé.  Se le hacen arruguitas alrededor de sus ojos color miel, el corte de su cara es perfecto y su piel parece la piel de las almendras. Quiero tocarlo, estoy decidida. Iré a buscarlo.
   ¿No entiendes que los amores entre hadas y humanos siempre tienen mal fin? Ellos no saben guardar la veda, no entienden de qué sustancia somos, hasta nos dicen “elementales” ¡Elementales ellos que son ignorantes! Siempre compitiendo contra nuestra madre sin ningún respeto. Jamás se ponen a pensar el tiempo que tarda un árbol en nacer, no ven algo tan obvio como que son la conexión entre el cielo y la tierra, menos aún entienden que son la casa de las hadas viejas, no se dan cuenta de que cada que cortan un árbol tiembla el mundo, no oyen sus gritos.
   He visto sus siete posibles destinos y uno de ellos hará mucho daño a nuestro reino. Fue así como la aguane de cabello rojo emprendió el camino a esta realidad, y se cambió el nombre.

La aguane había puesto todo su empeño en lucir maravillosa, en producir un efecto óptico que la hiciera parecer modelo de la revista Vogue, pero él no se acercaba.  Lo único que salía de su boca eran instrucciones:

 —Señorita, búsqueme esto en el archivo. Oiga ¿Cómo podríamos implementar el ISO 9000 en nuestra institución? O ¿ya solicitó las copias del documento firmado por México en materia de sobrecalentamiento de la tierra?
Fue aquella conversación lo que la impacientó:

   Por favor, Javier, llama a esta muchacha nueva, cómo se llama …
   Audrey, jefe.
   ¿Así se llama? 
   Sí, Audrey, la de ojos azules…
   ¡Que nombrecito!
   Significa fondo del alma. No me digas que no te gusta, jefe. Trae loco a todo el edificio. No creo que no la hayas visto bien…Es más, hasta se rumora que te la estas…
   ¡Como siempre de cabrones! ¡Ni me la estoy…! ¡Ni me la voy! ¡seguro las pinches secretarias ya armaron ese chisme! Ya las conoces, pueden aguantar las órdenes de un macho, pero las de una mujer, jamás.
   Pues si tú no quieres, jefe, yo si quiero…Está buenísima nada más que es muy seria. La verdad, está tan bonita que me casaría con ella…
   ¡Cuidado, Javier! No te emociones y recuerda una ley, no se orina donde se come. Además, pues si está buenota, pero hay mejores…
   Pues será en tus rumbos, jefe porque lo que es en este edificio, pura gacha. Audrey es fina, callada, muy eficiente y misteriosa, si me das chance, yo si le llegó…
   Ya te dije que no estés chingando y dejes en paz a mi asistente. Me ha resultado una joya y cobra poco por todo lo que hace.
   Ni hablar, jefe, como tú ordenes…    
Ninguno de los dos se percató de que la aguane había escuchado toda la conversación, convertida en aire de las colinas. Aquellos hombres simplemente sintieron la frescura de la tarde.
— ¡Estúpido mortal! ¿Quién se cree qué es? ¿Cómo se atreve a hablar así de mí? con semejante despreció, como si fuera una de las suyas ¡Imbécil!  ¡Juro por la fuerza de mi naturaleza que se arrepentirá!

Audrey escribió la siguiente nota y la dejó sobre el escritorio del jefe, en un sobre membretado con la palabra Confidencial          


Estimado Mario Julio Córdoba:

Cuando leas esta carta, primero te sorprenderás, después te sonrojarás, luego soltarás una sonora carcajada y pensarás ¡Es una broma! Inmediatamente borrarás la risa de tu rostro y adoptarás tu pose de Señor director, me mandarás llamar para decirme que estamos en una oficina pública que se paga con dinero de los contribuyentes, que es una falta de respeto a un superior jerárquico, que puedes acusarme por acoso sexual, que quizá es una trampa de tus enemigos políticos que te quieren hundir. ¡No te asustes!, termina de leerla y dame una respuesta.
Nada de lo que aquí está escrito es una broma, ni me envían tus enemigos políticos, ni soy espía del CISEN, es sólo y únicamente una propuesta.
Quiero que sepas que me gustas, que siento atracción sexual por ti. Ahora tú explícales a mis senos que no se ericen, a mi sexo que no se moje con los aguaceros que provoca la tormenta de tu paso. Sé que el mejor antídoto contra la lujuria es la franqueza, pero aún con ese riesgo te lo digo: Quiero todo contigo. Te invito a un encuentro sexual. ¡Solo uno!
Cuando llegues a la lectura de estas líneas pensarás:
¡Yo no le he dado motivo!
Efectivamente, por eso te escribo, porque no me has dado motivo. Te preguntarás porqué no pongo en práctica el ritual de cacería tan utilizado por las mujeres: Encuentros casuales que llevan semanas preparando, miradas largas que dicen “cógeme,” pero cuando logran que él las mire, voltean nerviosamente para otro lado y se sonrojan, ¡Todo es ficticio, querido…!
Escotes medidos perfectamente debido a que tú veas lo más que sea posible sin que lo veas todo.
Caída de pestañas en tres tiempos, perfume, tan parecido al de las flores, nítido y tan suave que ni parece que se han gastado una onza en una sola puesta.
Zapatos tan puntiagudos que hacen que se eleven las nalgas con una insinuación de la subida al cielo que les espera. No, querido Mario, no tengo tiempo.    
Hace tres días fuimos juntos a una comida de trabajo. Mientras tú explicabas no recuerdo qué, yo pensaba ¿besará rico?; cuando preguntaste si quería más agua observé tus manos y supe de su fuerza; después dijiste que el pato de la ensalada estaba delicioso e imaginé que decías lo mismo, pero en la cama: d e l i c i o s o. Cuando preguntaste si firmábamos el contrato, te acercaste a mi oído y tu aliento me estremeció así que respondí: — Síii. Tuve que levantarme de la mesa abruptamente porque estaba húmeda y temí que nuestros invitados se dieran cuenta.
Al regresar preguntaste ¿estás bien?, y te contesté que era un acceso de tos… ¡Como te deseo! Pero debo aclarar que es solo eso: L u j u r i a, nada más.
Si me dices que no te gusto, lo entiendo, si dices que no quieres no dudaré de tu hombría. No te preocupes. Lo único que no acepto son evasivas. Si te decides, te propongo que sea por la mañana. Solo tienes que marcar mi extensión telefónica, y decir: “Te invito a desayunar, pero desayunas”. La cita será en el Radisson Gran Sur el siguiente viernes a las nueve de la mañana. Yo llegaré veinte minutos más tarde, la reservación estará hecha a nombre tuyo, solo pasa a recepción por la llave. Espero tu llamada

A T E N T A M E N T E
Audrey del Río.

La extensión sonó justo un minuto antes de .la hora de salida del jueves:
— ¿Audrey?
   Si, señor
   Te invito a desayunar, pero desayunas…
   Si, señor.
Mario tenía un gran defecto: la vanidad, que no pudo permitirle quedarse callado. Llamó a Javier para decirle:
—No sabes a quién me voy a tirar mañana… Es la más mosca muerta, ni te lo imaginas y tu creyendo que es la más decente.
   ¿A quién, jefe? — Aunque la que más le gustaba era Audrey para Javier era imposible que fuera ella.
   ¡Ya sé! a Carmina.
   No.
   A Paty
   No.
   A Laura, no esa no, porque ya te la tiraste.
   A una que te gusta mucho.
   A la abogada, a Josefina.
   No.
   Dime no seas cabrón.
   Mañana cuando regrese te cuento…

Los pasillos del hotel estaban desiertos, Mario llegó a las nueve en punto de la mañana, tomó la habitación, se quitó los zapatos y la corbata, llevó un oporto para amenizar el encuentro, se sirvió en un vaso y pendió el televisor.
No puso atención en nada de lo que ocurrìa en el noticiario, sólo imaginaba lo que iba a suceder en unos cuantos minutos:
La voy a desnudar despacito, le voy a enseñar lo que significa tener un macho de a deveras, le voy a poner una cogida inolvidable. Debe tener la carne blanca, las nalgas lisas y redondas, la voy a empinar en la orilla de la cama, y le voy a dar hasta que ya no pueda más. Es callada y tranquila, aunque tiene agallas. Bien dicen ¡cuídate de las aguas mansas! Qué puntada de invitarme al hotel, no cualquiera se atreve y sobre todo estando tan buena, no le he querido decir al mamón de Javier, pero la verdad es que si me gusta y mucho. Es preciosa, si no fuera porque estoy comprometido le ponía casa.
Lástima que vaya a ser solo esta vez, aunque me encante, si no la corto me enculo y ni ella ni nadie me va a hacer fallar en mi carrera. Cecilia es prima del Secretario de Gobernación, me hace un escándalo y me sacan del grupo. Así que ni le busco, aunque bueno una probadita no significa nada, esta chiquita debe tener un durazno entre las piernas, su olor muy tenue.
En ese momento sonó su celular
—jefe, perdóname ya sé que estás desayunando, pero era tu amigo, su contacto en la zona tuvo problemas y no pudo entregar lo acordado. Quieren más ganancia o no entregan.
Mario era el mayor comerciante de maderas finas del país, tenía como prestanombres a un libanés cuyo negocio eran mueblerías, expedía permisos a cambio de dinero o del 5% de toda la madera que saliera del país de manera legal.

Su contacto al más alto nivel era el secretario particular del presidente. El primer círculo estaba perfectamente enterado y todos sabían que el ejecutor era Mario, un funcionario medio que no tenía el reflector encima y que, en caso de alguna falla, estaba dispuesto a cargar con toda la culpa sabiendo de antemano que el grupo lo rescataría en cualquier eventualidad.

—Ni madre, esto es movida de ese cabrón.

El volumen de producción ilegal de madera en rollo en el que Mario tenía algo que ver directa o indirectamente era de 13 millones de metros cúbicos al año.
—¡Este pendejo no nos va a tantear, no estoy pintado y el que opera y manda, soy yo, y ya no me molestes porque no tarda en llegar mi desayuno ¡
Entendido, jefe.  
A las nueve veinte en punto llamaron a la puerta, Carlos se levantó precipitadamente y vio como deslizaban por debajo de la misma un pequeño sobre cuya tarjeta decía:

No se orina donde se come.

—¡Cabrona!

Mario llegó furioso y preguntó por su asistente
—Yola, ¿Dónde está Audrey?
—No ha llegado, señor.
   Cuando llegue le dice que pase a mi oficina…me urge hablar con ella…y por favor llame a Javier
   Si señor.
   Javier, te habla el Licenciado, no sé que tiene, pero nunca lo había visto tan enojado… dijo Yola con cara de sorpresa.
A paso veloz, Javier se presentó en la oficina de Mario.
—  A tus órdenes, jefe.  
—Cierra bien la puerta. ¡Me corres a esa hija de la chingada de mi asistente!
—Si Jefe, pero ¿por qué?
—Porque lo digo yo, nada más.
   ¿Y si nos demanda?
   Me vale madre que nos demande. Es una hija de …
   ¿Pues qué pasó jefe? Yo la puedo correr sin ninguna explicación, pero ella nos puede sacar muy buen billete por despido injustificado …
   Pues liquídala, No quiero verla aquí…
   ¿Te hizo algo?
   Me hizo una chingadera— dijo al tiempo que estiraba la carta de Audrey…
   No puedo creerlo…Es tan seria…bueno y ¿Qué pasó? ¿Es hombre o qué?
   No seas pendejo…
   ¿Entonces?
   No llegó a la cita y encima me aventó esto por debajo de la puerta– gritó al tiempo que se sacaba del bolsillo la delicada tarjetita y se la daba a Javier…
   Entre risas, Javier contestó: perdóname, jefe, pero antes que mi jefe eres mi amigo y debo decirte que te dio una probadita de tu propio chocolate y sé que ahora estás muy enojado…pero no es para tanto…jajaja, ya me imagino tu cara cuando leíste esto…jajaja
   Ya cállate, idiota…
   Me callo, pero te advierto que si quieres correrla vamos a tener que liquidarla porque no hay motivo y puede meterte una demanda por acoso sexual o inventarse algo. Finalmente, no puedes correrla argumentando que no llegó a una cita para cogertela.
   ¡Pero si la ofrecida fue ella!
   Pues sí, pero no tienes como comprobarlo. Esta pinche cartita no tiene validez jurídica. Mejor cálmate. No me equivoqué cuando te dije que era una mujer diferente, aunque claro, se pasó de lista contigo. No te preocupes, porque esa pinche vieja te va a cumplir.
   Mira, Javier, lo que quiero es que desaparezca de mi vida. Para empezar, de ahora en adelante ya no trabaja conmigo. Que se quede contigo porque no quiero ni verla.
   Jefe, ya me estabas preocupando, yo creí, que estabas encabronado por lo de Nolasco, eso si me trae con pendiente.
   Yo sé lo que hago y no es la primera ni la última vez.
   Lo que tú digas jefe.
Mario se asomó por la ventana que daba a la fuente y la vio sentada en la orilla peinando sus cabellos. Se veía tan hermosa, como si la hubiera llamado con la mirada Audrey levantó la cara para verlo directamente y le sonrío.
—Espérame tantito, ahorita regreso — le dijo a Javier y salió apresurado.
La furia que sentía contra ella despareció con solo mirarla.
— ¿Por qué me dejaste plantado? ¿Porqué la grosería?  ¿Porqué tratarme así sin más explicaciones? Yo no te había pedido ni insinuado nada. Tú comenzaste.
Por toda respuesta, Audrey se levantó de la orilla de la fuente en la que estaba sentada, se le quedó viendo hasta el fondo del alma. Le dio un beso dulce, tranquilo, un beso que lo desarmó.
— ¿Cómo piensas que algo tan importante podría haber comenzado así?
Cuando Carlos escuchó “algo tan importante” y tuvo miedo porque en ese momento pudo reconocer que el deseo también conduce al amor. 
En cuanto subieron a la oficina, Mario mandó llamar a Javier para decirle que olvidara todo.
—Creí que además de ser tu secretario particular éramos amigos. 
—Lo somos, pero hay cosas para las que no tengo ninguna explicación. No sé qué decirte o quizá si lo sé, estoy muy interesado en ella.
Poco a poco el deseo por Audrey se fue transformando en un amor extraño, Mario se sentía profundamente vinculado a aquella mujer silenciosa, no era necesario hablar de nada, bastaba verla para sentirse feliz, el siguiente fin de semana el le propuso salir de la ciudad y pasar el fin de semana donde ella eligiera.
—Quiero ir a las Cascadas de Agua Azul.
—¿No es un viaje muy largo para permanecer allá tan poco tiempo? recuerda que me estoy escapando y volando la tarde del viernes, si el secretario llega a buscarme, no quiero ni pensar la que se arma.  Me voy a inventar una gira de inspección de obras.
—No me interesa nadie más que tú por eso quiero ir a las cascadas, me voy a adelantar y te espero el viernes en la noche, quiero que llegues solo hasta la pista de aterrizaje de las avionetas. Ahí te voy a estar esperando, una amiga me presta una cabaña a la que solo se puede acceder a pie.

La luna llena iluminaba el soberbio paisaje, Mario decidió rentar un auto e internarse hasta las cascadas como cualquier excursionista, en el camino unos jóvenes con mochila al hombro y casas de campaña le pidieron aventón, les advirtió, “los acerco, pero voy solamente hasta la pista de aterrizaje”.
Aparcó en la zona destinada a remolques, estaba nervioso, emocionado, de pronto se dio cuenta que la vida lo había dejado hablando solo,  que hacía décadas que no se emocionaba con nada, que ya no distinguía lo que sentía de lo que pensaba y que desde la secundaria ya no sentía intensidad, que habían transcurrido años  sin poder dedicar un minuto a pensar en el que fue, en lo que quería, en lo que amaba, en quién era Mario Julio Córdoba hace veinte, hace treinta años, en aquel  niño que estaba azorado tratando de atrapar todos los peces de un cardumen. Justo en ese momento, como salida de entre las sombras apareció Audrey con un vestido blanco de seda, el cabello rojo suelto y unas sandalias.
     La luz de la luna llena la iluminaba de tal forma que parecía que flotaba. Mario la miró y se quedó impactado con su belleza, ahí entre la vegetación y el ruido del agua de la cascada parecía un espíritu, una diosa, un hada. Eso era, Audrey no pertenecía a este mundo, debía ser una Diosa. Caminó hipnotizado hacia ella, se sentía como un insecto atraído hacia la luz, ella lo tomó de la mano y le dijo:
—Sígueme, vamos a subir por la orilla de la cascada, no es muy lejos.
— ¿No es peligroso?
 —No, la luz de la luna nos alumbrará lo suficiente, no te preocupes, los insectos y todos los seres vivientes de las cascadas son mis amigos.
— ¿De veras no podemos subir en el auto?
   Ven, no tengas miedo. Aquí no hay nadie que nos escuche. Aquí no eres más que Mario y yo no soy más que yo. Nadie te conoce, nadie te espía, a nadie le preocupa lo que haces. Estamos solos tú y yo como el primer hombre y mujer cuando se encontraron.
   Suena prometedor— le dijo mientras pasó su brazo encima del hombro de ella y la besaba.
De pronto, encontraron la cabaña. En el interior había todo lo necesario, para pasar una magnífica noche. Una botella de vino, dos quinqués para iluminar aquel espacio y una cama de madera, una mesita y troncos para sentarse, flores y fruta.
— ¡Qué lugar tan lindo! ¿De quién es?
   De una amiga.
   ¿Y cómo puede tenerlo?
   No te preocupes, nadie nos espía ni pertenece al gobierno municipal, no hay reporteros cerca y ningún insecto tiene nada personal contra ti.
   Perdóname, es que soy muy paranoico.
   Ya lo sé, pero ahora, te pido que tengas el valor que se requiere para no ser nadie. Para olvidarte hasta de tu nombre. Quiero atenderte como te mereces, compensarte por todo lo que te he hecho rabiar.
Mario pensó que había vivido todos los placeres, que el deseo se saciaba en la carne y que el placer tenía como límite la saciedad, pero no, tener a Audrey significaba desearla cada vez más. Mario supo lo que significaba que el tiempo se quemara en una sola noche.
Cuando Audrey lo vio rendido, exhausto y a sus pies le dijo:
—Quiero pedirte algo.
—Lo que quieras amor.
— ¿Me prometes que harás lo que te pida?
—Bueno cielo, si puedo hacerlo cuenta con lo que quieras.
—Quiero que salgas de tus negocios con Nolasco.
— ¿Qué sabes tú de eso? —Dijo alarmado, como animal herido.
—Lo sé todo, hasta el porvenir.
— ¿Quién te lo dijo? ¿Cómo lo supiste? Nadie más que Javier y Nolasco lo saben.
   Estás equivocado, también lo sabe el bosque.
   ¡Te exijo qué me digas cómo lo supiste! Y ¿qué quieres con eso?
   Quiero que no vuelvas a cortar un árbol en todo lo que te resta de vida.
   Yo no los corto.
   Haces algo peor, vendes los permisos para talar hectáreas enteras ¿Quién te crees que eres? Al universo le llevó 20 mil millones de años conseguir la creación de la vida, a tu infame raza le tomó tres millones comenzar a ser humanos. Estas a punto de provocar el mayor de los incendios que ha vivido esta parte de la tierra Y todavía tienes el cinismo de poner en tus discursos “uno de cada cuatro árboles que se siembran el mundo es orgullosamente mexicano” ¿cómo puedes ser tan farsante?
   No entiendo quién te manda, ni qué demonios quieres.
   No te das cuenta de que si dejo el negocio dejo los ingresos con los que fundamentaré mi carrera política, ¡al carajo mi proyecto político! ¡al carajo mis ambiciones! ¡he luchado mucho para llegar hasta donde estoy como para darle cabida tus estupideces!
   ¿De verdad no vas a renunciar a tus planes?
   Ya te dije que no. Que es imposible.
   Entonces, ¿nada ni nadie te conmueve?
   No, ya te dije que todo tiene remedio con el tiempo….
   Tienes razón, todo tiene remedio con el tiempo…Ven Mario, vamos a jugar...

La madre de Mario solo alcanzó a mirar cuando el niño se tiró de cabeza al lago y se hundió, fue como si la mano de alguien lo hubiera jalado tan fuerte que, aunque lo buscaron por días, el cuerpo no apareció jamás.
                


Del libro Cuentos de Hadas para burócratas aburridos
     

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