NO ES UN CUENTO, ES UN MILAGRO - Aliria Morales


Cuando uno es artista, imposible no detenerse en la fantasía.

A mí me gusta ir a donde puedo soñar, y recorrer todo sin que nadie me detenga.
Yo siempre estoy viajando, camino mucho, mucho desde niña, así conocí a Marco Polo y Lao Tsé y sigo igual, no tengo que ir lejos, sólo tengo que abrir el corazón y el alma y crearlo en mi mente, sentirlo porque es real.
Me gusta caminar hasta donde no se más, y si encuentro una librería o una galería, ahí me quedo. Sólo libros de pintura, de poesía, de diseño de modas; en ese lugar no hay horas, ni tiempo.
También me deleita estar en ese espacio que es mi refugio, mi estudio o mi celda; tengo la costumbre de crear y transformar todo y no descanso hasta poder construirlo.
Como hace años en abril del ’95. El viaje sería a Italia, Roma, París, en especial, Assisi, Italia. Esto lo soñé dos años antes. En 1993, un Congreso Mundial de Artistas Visuales, “yo estaré ahí”, pensé. Claro, tendría que vender muchos cuadros, las colegiaturas eran tres y eran muy caras, dinero que entraba al banco, dinero que salía; necesitaba para la luz, el gas, etc… el papá de los hijos estaba enfermo.
Por fin abril. Todo sucedería en mayo; el teléfono sonó muy temprano, siete mil pesos para reservar mi lugar en ese viaje. En ese momento solo tenía cuatrocientos pesos en el banco, ni para el pasaporte. Le reclamé a Dios muy enojada.
Cuando conocería Italia, París, si no era en ese momento. Tenía que resolverlo, yo tenía que ir, pero, ¿cómo?
Volvió a sonar el teléfono, era la galería que vendía mi obra. Hortensia me dijo: “Estás sentada o parada?”, yo respondí: “Hoy no estoy para bromas, Hortensia, dime como ir a Italia si no tengo dinero.” Y pregunté, “¿tu irás?”, “Claro”, dijo ella “porque te vendí nueve cuadros, a una empresa alemana.”. “Sí, aunque vendiste, me faltará dinero; tengo que dejar dos muchachas que atiendan la casa, los hijos, Juan, no, no podré, ¡pero quiero ir!”.
Ella preguntó: “¿Tienes más cuadros?”, “Sí, los mandé a enmarcar.” “Pues ve por ellos y me los traes, ¡quieren otros!” exclamó. “Está bien, voy por ellos.”
Salí corriendo y al llegar a la fábrica de marcos, la señora Licha que me conocía muy bien, me dijo: “Pensando en el Rey de Roma y el Rey que se asoma. La estaba esperando desde la semana pasada; mire, le presento a Conchita, ella quiere esos dos cuadros.” Los más grandes. La señora muy elegante sacó su chequera y me dijo: “¿Cuánto es de los dos?” Le dí la cantidad y rápidamente hizo el cheque.
Yo estaba sorprendida, tenía que salir corriendo a casa de Hortensia, le llevaba los otros cinco cuadros de 100 X 80 cm y después a la escuela de mis hijos; esos cuadros también se vendieron en Química Hest.
Al llegar a la escuela, en la puerta, creo que a mí me brillaba la cara de felicidad, y una amiga, mamá de un amigo de Juan Carlos, el hijo sociable, preguntó: “¿Por qué tan feliz?”, le comenté: “Creo que si iré a Italia; vendí en lo que va del día, lo que no vendo en un año.”
Ella vio la cara de felicidad y dijo: “¿Tienes más obra?”, “¡Sí!” respondí. “Pero sin enmarcar, mejor”, dijo ella. “Tú sólo prepara café, a las 6 te juntaré al grupo de mamás y te compraremos.”
La reunión se hizo, ella llevó pastel, llevaron galletas, a las 7 ya se había vendido todo. Tendría para ir al Congreso, dejar dos personas en casa, pagada la luz, el teléfono, el gas y las colegiaturas con un mes por adelantado.
Venecia la conocí porque hice en el Congreso un trabajo; cuatrocientos diplomas con letra gótica; fue un sueño.
Cuando lo platico, la gente no lo cree; cómo un día para generar tanta abundancia.
Por eso a mi me gusta ir a donde puedo soñar y recorrer todo sin que nadie me detenga.

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