EL ENCIERRO Y LA BELLEZA - Marichoni

Bello es lo que yo decido
Porque bello es subjetivo.
      ¿Podré encontrar la belleza en el encierro?
     Hace más de cuarenta días que me hallo confinada y el esfuerzo ha sido encontrar, después de sentir este encierro, si en ello puede haber belleza. Y esto fue lo que encontré:
    Abrir la ventana cada mañana para que entre el sol del nuevo día y con él, entren también la ilusión y la esperanza. Esto es belleza.
     Necesitar arreglarme, aunque nadie me vea, pero como me ve ese espejo que, al pasar frente a él, me devuelve una imagen, a la que yo misma pregunto ¿así estoy bien o hay algo que cambiar? Una vez, acicalada y en cierta forma arreglada, empiezo mi recorrido: de la cocina a la sala, de la sala a la recámara, viendo que todo mantenga orden, limpieza y armonía. Eso también es belleza.
    Sentarme ante la computadora a elaborar tareas creativas, para mandarlas a mis alumnos, a los que necesito decir: trabajen con entusiasmo, no pierdan el ritmo ni el interés, que esto pasará y un día nos volveremos a ver. Eso también es belleza.
    Ver el mensaje de: buenos días, buenas noches, de tantas amigas queridas que me hacen saber que, como no me pueden ver, piensan en mi bienestar. Eso también es belleza.
    Leer ese libro que atrapa en sus páginas y que me hace olvidar el encierro en el que estoy, porque me lleva muy lejos, y con él puedo vivir historias ajenas, con finales inimaginables. Eso también es belleza.
    Esperar cada tarde por ese mágico momento, en el que, por un recuadro de ese aparato que llaman IPad, veré a mis hijos y a mis nietos, y los puedo escuchar decirme, sobre todo al más pequeño de ellos: Abi, ¿que tú comiste hoy…  y para postre? Sí, así construida la frase. Y al terminar: buenas noches, hasta mañana, te amo. Eso también es belleza.
    Recuperar la importancia de hacer a fondo la limpieza de la casa y darle relumbre a las cosas que tengo a mi alrededor. Eso también es belleza.
    Caminar descalza de un lugar a otro en la casa, pues no necesito zapatos, y tocar directamente el suelo para comprobar que sigo estando, a pesar de este encierro, anclada a la Tierra. Eso también es belleza.
    Ver si cada día mejoraron mis violetas, que estaban un poco tristonas y que ya van levantando, porque las veo al detalle, contando las nuevas hojas o un prospecto de flores y con ello, saber que están vivas. Eso también es belleza.
    Aprender a hacer reuniones, viéndonos por medio de la cámara y saber que, del otro lado de ella, están ustedes o mis hermanos o mis hijos o sus hijos o, tal vez, uno que otro sobrino, o las primas y darme cuenta que a pesar de no estar cerca, puedo disfrutar al verlos al menos de esta manera. Eso también es belleza.
    Preparar lo que voy a comer, haciendo un buen balance de vitaminas, proteínas y carbohidratos, que nada de esto me falte y que, además, se vea agradable. Eso también es belleza.
    Reconocer cada noche antes de dormir, que sigo con salud, que tengo vida por delante para hacer lo que yo quiera cuando todo esto se acabe. Eso también es belleza.
Darle gracias a Dios por un nuevo despertar, por un nuevo amanecer porque a pesar de todo, todavía tengo una misión pendiente. Saber eso, es también una belleza.
    Pero tal vez lo más bello que he encontrado en este encierro, es que puedo seguir soñando que, en un día cercano, podré salir a la calle sin máscaras de ninguna clase y sin miedo de acercarme a la gente, y de caminar por el parque o dar vuelta a la manzana. Soñar que podré volver a ver, a abrazar y a mirar de frente, sin miedo a contagiar ni afectar a ninguna persona que se me acerque. Soñar que vuelvo al cine, a la iglesia y a viajar por todo el mundo, porque se me abrirán las puertas para circular por donde yo quiera, que sigo siendo parte de los seres vivos de esta Tierra. Eso también es belleza.
    Y que podré mirar al sol directamente, no sólo desde la ventana, porque ya puedo estar afuera. Eso, eso también es belleza.
    Y pensar que este confinamiento pronto puede terminar, eso también es belleza.
    Si, ya llevo más de cuarenta días de confinamiento en casa… y todo lo que me falta. Pero como dice el dicho “No hay mal que dure cien años ni enfermo que lo resista”. Sólo le pido a Dios me siga dando fuerza para seguir encerrada en casa, hasta cuándo, hasta que Él quiera.

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