AGUA MINERAL CON HIELO - Aliria Morales



El papá de mis hijos era muy agradable; siempre con la sonrisa en la boca, atento con todos en una reunión ya fuera en la casa o en otro lugar, como en casa de su hermana, la Chatita, así le decía él. Sabía lo que todos tomaban, “¿qué te tomas compadre?”, “¿qué se toma la comadrita?”, misma que contestaba con una sonrisa; “Lo de siempre, compadrito, su compadre tendría que aprender de usted cómo preparar las cubas, le quedan como a nadie”. Con una sonrisa melosa se escurría en dulce. A propósito, cómo recuerdo esa luna de miel en Cozumel. Él invitaba a todas las parejas a nuestra mesa. Esa melaza se derretía como el hielo en mi agua, luna de miel. Nunca lo hubiera imaginado.
Para él, lo más importante era la gente, la plática, el chiste, la broma, el vivir por encimita.
Si ya era callada, comencé a ser más silenciosa, me apartaba de la reunión para leer algo de algún libro en la pequeña biblioteca de la casa de su hermana. Y así soñaba con crear. Mi mente era rápida, me imaginaba en París, y en ese momento el Impresionismo era para mí lo mejor. No tenía con quien platicar de lo que me pasaba. Mi papá moriría si osaba hablar de divorcio. Mi corazón volaba en mis fantasías, al grado de verme exponiendo en Bellas Artes, en París. Después cerraba el libro, caminaba hacia la cocina, y me servía mi agua mineral. Lo importante era ver crecer a los hijos. Todo fue tan rápido como un abrir y cerrar de ojos.
Un día le pedí el divorcio, él solo dijo: “Dame una oportunidad, trataré de ser más amable contigo”, -teníamos ya veinticinco años de casados- mi reacción fue de coraje, como si fuera fácil darse cuenta de tantas cosas en media hora, en un día, pero lo intenté.
Las reuniones casi siempre eran en mi casa. Pronto llegó una fiesta en la casa de la Chata, ahí donde sólo se hablaba de ¿qué te tomas?, qué delgada estás, ¿qué te hiciste que estás flaquísima, eh?, ¿creciste?, pero ese vestido sólo a ti te puede quedar así mí reina, ¿oye ya viste como creció Marco?, a ver ven Juan Carlos para medirte, -para afirmarle los centímetros que le pasaba el primo- y así entre vanidades y chistes machistas, desfile de modas, bebidas preparadas por Juanito, se pasaba el sábado o domingo sin dejar el ritual de siempre. Sus hermanas odiosas.
Sentada en el sillón de aquella salita de esa casa, con mi pantalón de mezclilla, mi camiseta, sandalias, a mí me estorbaba el sostén, como tantas cosas en ese momento. Por fin empezaba a sentir la vida. Caminé hacia la cocina, tenía sed, cuando él me vio y creo se volvió acordar de su promesa “dame una oportunidad”, entonces dijo quitándome el vaso de la mano, “yo te sirvo”; ya con el vaso en la mano no supo que hacer, con cara de asombro me preguntó: ¿coca, refresco de sabor?, no sabía lo que su esposa tomaba después de veinticinco años de casados. Le quité el vaso con mucho cuidado y tomé hielos y con una sonrisa irónica le dije: “lo de siempre, agua mineral con hielo…. mucho hielo”.


Aliria Morales B.

Comentarios

  1. Qué amargo debió haber sido ese último trago para él. Tú ya lo habías diluido con tanto hielo...

    ResponderBorrar
  2. Poderoso relato. Cuánto valor para dar ese paso. Cuánto valor para escribir.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares