ALCIANA EL HADA DE LOS BOSQUES: ALEJANDRO - Fabiola Sánchez Palacios
Alejandro corrió sus acostumbrados ocho kilómetros en el bosque de Chapultepec. De regreso a su auto deportivo, una anciana se acercó a pedirle una ayuda.
— ¿No me ayuda para comprar mi leña señor?
— Permítame dijo mientras se buscaba la cartera en una de las bolsas de su pants.
Sólo traía tres billetes de doscientos y uno de cincuenta pesos, pero pensó:
No le voy a dar una limosna de cincuenta pesos.
—No traigo cambio.
— ¿Usted cree en las hadas?
— ¡¡¿Qué?!!
—No señora, yo solo creo en las madrinas— Dijo socarrón al tiempo que abría la portezuela de su auto y se metía en él. La anciana no respondió nada, sólo caminó entre los árboles.
Cuando Alejandro se sentó a la mesa para tomar el desayuno encontró como siempre el periódico al lado de su preciosa taza de café, pan de centeno y un omelet de claras con espinacas. Había que cuidar el peso corporal, un hombre como él que vivía de los encantos que prodigaba a las señoras jamonas, debía cuidar su apariencia.
Todos los días ojeaba El Universal, le gustaba de leer El aviso oportuno, checaba precios de casas, de autos y curiosidades.
Inmediatamente captó aquel anuncio que ocupaba un cuarto de página:
Se Vende Lincoln.
Versión: 2019
Color: Negro
4500 km
Vestiduras: Piel. Aire acondicionado, Cristales entintados de agencia, Estéreo con CD de agencia, Radio AM/FM, Bolsas de aire para el conductor y acompañante, Frenos ABS.
Equipo Eléctrico: Asiento del conductor, Elevadores eléctricos, Espejos laterales y seguros.
PRECIO: $50.00 PESOS
Domicilio: Bosque de los Saúcos 13 Colonia Bosques de las Lomas.
¡Qué bárbaros qué pendejos! ¿Cómo cincuenta pesos? ¡Ese coche vale por lo menos 800 mil pesos! Debe ser un remate en quinientos mil y estos pendejos se comieron los ceros, en vez de escribir 500,000.00 escribieron 50.00
¡El colerón que ha de haber hecho el dueño! Pobre cabrón, yo hacía que me publicaran gratis mi anuncio hasta que se vendiera mi auto y que me rembolsaran el dinero. Aunque si por algún azahar fuera cierto, sería como sacarse la lotería sin comprar boleto.
Ese auto con un buen traje, la corbata apropiada y las tarjetas de crédito necesarias, serían la perdición de muchas señoras. Nada más excitante que hacer el amor en la parte trasera de un Lincoln con asientos de piel que lleva al frente un chofer y en el asiento de atrás un amante.
A las señoras las excita sentir el peligro, placer y temor al mismo tiempo, se sienten transgresoras o heroínas. Cuando intentan impresionarte actúan como mujeres sofisticadas y te dicen que están acostumbradas al sexo en condiciones peligrosas. Casi te piden que abras el quemacocos y hagas un oral mientras ellas se asoman por el techo del auto, que tontas.
Otras te hacen el numerito de la mujer decente que sólo contigo ha tenido una debilidad, se sienten Ana Karenina. Algunas te dan la justificación de que su marido no las atiende y ellas son como Emma Bovary. Todas las mujeres escriben su propia novela.
Cuando tratan de representar a la devoradora insaciable, sexómana y sociopata son encantadoras. Entonces, el juego es tratar de engañar al otro, haciéndole creer que siempre quieren más y más. Cualquiera que sea el caso ¡Que delicia quitarle las pantaletas a la señora que está sentada junto a ti! Se trata de que el conductor no se de cuenta de lo que sucede, entonces le dices a tu amiga en el oído: —Separa las rodillas y sostén la tanguita con las corvas, haz como si no pasara nada, sigue platicando.
Es maravilloso ver la cara que ponen: Algunas levantan las cejas, otras abren los ojos de manera exorbitante, otras más relajadas sueltan la carcajada.
Mientras ejecutas el asalto, ambos deben conversar de cualquier cosa, puedes darle la receta de un pastel, por ejemplo.
— Mire doña Andrea, le voy a dar la receta del pastel de fresas.
— Dime Alejandro.
— Cierne la harina con el polvo de hornear y la sal y revuelve con la mano cuidando queden perfectamente mezclados todos los ingredientes. Le indicas mientras llevas la mano directamente hasta su rincón prohibido y mueves el monte de Venus de la mano sobre el monte de Venus de ella.
— ¡Ahí, sigue, sígueme explicando!
— Bate la margarina con 1/4 de taza de azúcar, mientras bate, agrega el huevo, la harina cernida, la fresa rebanada y la leche hasta que quede una pasta suave y la amasa, la amasa…
— Perfecto, perfecto, te entiendo perfeectoooo.
— Engrasa los dos moldes. Le sugieres, mientras tú amasas sus dos senos.
— ¡Ya entendí ¡
— Para saber si realmente ya está cocido el pan, lo suficientemente caliente y engrasado debes meter un dedillo, perdón un palillo… y si sale seco, es que ya se coció— Le dices mientras introduces el dedo medio en la masa que estás trabajando. Cuando sientes sus líquidos como agua milagrosa sobre tus manos, y su pequeña boca chupando tu dedo, sabrás que tu receta ha finalizado, lo has logrado.
—Señora, ya llegamos a casa de su suegra— Dice el chofer.
—¡Ah! muy bien, Gonzalo. Lléveme hasta el Superama, porque voy a comprar los ingredientes para hacerle un pastel de fresa a mi suegra ahorita mismo. Por favor me deja en el súper y lleva al señor Alejandro a su casa.
En todas estas cavilaciones estaba Alejandro cuando sonó su teléfono celular:
—Si reina, ya voy.
Bueno, imaginar no cuesta, lástima que el anuncio no tenga teléfono para comunicarse, hablaría, aunque fuera para preguntar y advertirles del error. Pensó al tiempo que se levantó súbitamente de la silla.
Del libro: Cuentos de hadas para burócratas aburridos
Comentarios
Publicar un comentario