CUARENTEANDO, POR LA RAMBLA DE MONTEVIDEO - Paula Pilar Picón


 Meditando en cuarentena. De ahí el nombre del título de esta serie de escritos. Comencé a escribir las visualizaciones de mis meditaciones porque me da más fuerza para seguirlo haciendo. Meditar y escribir, dos hábitos que se han vuelto una necesidad durante estos días para reflexionar y frenar un poco entre tanto trabajo.  

La meditación de hoy es sencilla pero profunda, eso dice el guía. “Cuando aprendemos a entonarnos en esa frecuencia es cuando realmente comenzamos a conocernos desde adentro. Eso nos permite escuchar nuestras propias necesidades y así entender dónde tenemos que hacer algún ajuste, cambio o transformación, para arreglar o sanar la relación con nosotros mismos”.

En esta meditación tengo que susurrar un mantra e intento dejar a un lado mis pensamientos, pero es inevitable. Hoy pienso en Montevideo. Vienen a mi mente recuerdos de aquel mes de diciembre del 2008, cuando me fui a vivir a otro país por primera vez. Fue el primer destino, aunque no era el definitivo, porque iba a capacitarme y luego la empresa me mandaría a otro lugar. Uruguay, fue el que me llevó a jugármelas todas. Desarmé mi departamento en Buenos Aires, renuncié a mis dos trabajos le conté a mi familia de la decisión y acepté una propuesta de trabajo con entrevistas remotas, algo que en ese momento era bastante arriesgado. No sé, pero algo me latía que era bueno para mí y sin dudarlo, me fui. Con dos valijas. Con ropa de invierno y de verano, porque debía tener disponibilidad para viajar y flexibilidad para moverme de un país al otro. Así empecé hace 12 años este trabajo de consultoría y esta vida de expatriada.

“casi déjate hipnotizar por tus propias palabras, como si tu te estuvieras susurrando a ti mismo un secreto importante… escúchalo con esa atención e intimidad” – me interrumpe esa voz que me regresa al susurro que estoy intentando hacer. Pero al minuto regreso a pensar en dónde me quedé. El trabajo… los proyectos, esos que no pararon más, ni aún en crisis o pandemia. Y yo, detrás de ellos, siento que fui a donde me llevaron. Tomando diferentes decisiones en el extranjero como moverme de empresa, mudarme de país, juntarme, separarme, ser mamá… siempre trabajando. Por momentos con muchas ganas de tirar la toalla, no lo voy a negar. Y entonces aparece una nueva oferta o un reconocimiento que me motiva un tiempo más. Un proyecto más.  

Y aquí estoy, en estos días recibiendo una oferta de Uruguay que rechazo porque siento que aún tengo compromisos con mi trabajo actual y quiero vivir más de Brasil, conocer la cultura, la gente, el idioma. Y me quedo pensando, ¿por qué lo hice? Si quiero y extraño tanto a mis amigos uruguayos que fui encontrando en todos estos años. Me gusta esa ciudad tan cercana a Buenos Aires, lo que la hace más atractiva. Además, está junto al mar y la gente es buena onda, campechana (como decimos en Argentina). Ellos me enseñaron a tomar mate, y a cebarlo en medio de la computadora. Mis compañeros de proyecto, mis jefes, mis compañeras de cuarto; mis hermanas de corazón. Los amo. Me regalaron algo que no olvido más, disfrutar antes de que el estrés me gane. Hemos vivido historias para contar mientras lloro de la risa; confidencias de todo tipo. La verdadera amistad, esa que dura toda la vida a pesar de las distancias y de habernos conocido poco. Entendernos mucho. Trabajaba con los uruguayos días completos en la oficina, incluidos los fines de semana y noches en nuestros departamentos. Pero siempre con cierta calma y agradeciendo.

“escucha, escucha, escucha profundamente… últimos instantes…” Y ahora sí, el momento más hermoso de la meditación de cada día. Quedarnos en silencio unos minutos e intentar no buscar nada, tan solo nuestra presencia. Siento que le debo más tiempo a ese país y a esa gente. Aún sigo en contacto con la mayoría. ¡Que ganas de volver a ver la rambla!  

 

26 de junio de 2020 – Sao Paulo, Brasil

Comentarios

Entradas populares